“Soldado avisado no muere en guerra” nos decían desde niños. Un refrán que tomábamos a la ligera y que a veces repetíamos en momentos claves, y al menos en mi caso me ha acompañado durante toda la vida.
Cuando comenzó la pandemia y parecía que el mundo del deporte jamás volvería a la normalidad, se nos dijo que los próximos años serían con efecto acordeón, se abren los escenarios y se juega a veces sin público cuando la pandemia lo permite y se cierra todo cuando ella misma nos está atacando fuertemente.
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Fue por eso que vimos eventos como las finales de la NBA y la misma Champions en burbuja, además de tener que limitarnos a una temporada de 60 juegos en Grandes Ligas el primer año de la pandemia.
El que nos hayan avisado ya, me hace sorprenderme en demasía cuando escucho la desilusión de la gente que erróneamente había pensado que el COVID había desaparecido.
Ante las cancelaciones de juegos de Bowls, medidas de emergencia y situaciones extremas en la NFL, como jugar con quarterbacks de tercera línea o terceros suplentes, lo mismo en la NBA e incluso la pausa en el hockey sobre hielo de la NHL, escuchamos a muchos dar el grito en el cielo y asombrarse, generando una negatividad innecesaria.
Recordemos el efecto acordeón y la época del año y tengamos en cuenta que este es el nuevo “normal” aunque no nos guste. Lejos de propagar negativismo, es hora de darnos crédito por aprender a lidiar con estos brotes lo mejor que podemos, y porque pese a variantes como la omicron, se nos da la posibilidad de seguir gracias principalmente al porcentaje de vacunados.
Si el COVID lo permite se seguirá jugando, eso sí, con ausentes, con casos positivos, con aplazamientos de acuerdo a lo que esté pasando, pero sabiendo que vamos por buen camino y que se trata de seguir adelante.