El mundo Barsa lleva dos temporadas tratando de convencerse y convencernos de que Frenkie de Jong tiene todo para ser el heredero natural de Sergio Busquets, pero parten de un principio erróneo, natural es aquello que no sufre alteración alguna a través de lo artificial o elaborado científicamente para lucir igual al original.
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Sin faltarle el respeto a Busquets, el mejor 5 de esta última parte de la historia del fútbol europeo, el holandés tiene un universo más amplio de recursos técnicos, físicos y cognitivos, que el campeón del mundo español.
Plantarlo, pura y exclusivamente en las inmediaciones del anillo central, sería como alambrar el cielo, sería limitar su vuelo ofensivo e influencia futbolística en un equipo que necesita otro tipo de destrezas complementarias y que él posee, principalmente cuando se acerca, por una realidad cronológica, el final de la enorme gravitación de Messi en la generación y apertura de callejones en la zona defensiva de sus rivales.
Frenkie puede ser un volante central exitoso, el libero de dos interiores que trabajen de pistones defensivos y socios de esta primera puerta futbolística, con un primer pase seguro y efectivo, como lo hizo en el más exitoso Ajax de la última década. Puede ser último hombre detrás de un doble policía ejecutado por los stoppers, le sobra lectura de juego y velocidad mental para cortar detrás de ellos y salir de forma elegante y segura, pero todo esta sumatoria de poderes es nada más que el 50% de lo que de Jong sabe hacer.
En la posición de interior o contención es salida con rompimiento a balón dominado de las sombras de la cancha, de driblin hacia adelante, elegante y practico, tiene la sutileza del pase corto de seguridad que institucionalizó Xavi y la puñalada a la zona ciega de los defensores que inmortalizó Iniesta, esa que más que un pase común, cumple la metamorfosis que solo sucede en el último tercio, para transformarse en invitación al gol, así como el gusanillo deja de ser triste para pasar a ser la más bella y alegre mariposa del jardín, dando vuelo a los sueños del equipo.
Pero ahí no terminan las virtudes ni el inmenso abanico de funciones que puede cumplir este verdadero crack de tan solo 23 años, el más polifacético de los mediocampistas holandeses de hoy.
Con asiduidad lo vemos visitando el área rival, como entrando en puntas de pie y sin avisar, se asocia con las soledades del lado opuesto a la jugada y ya sea en la cancha de arriba, dirigiendo el balón al fondo de la red, con un aparente simple y sutil movimiento de cabeza, o con la raqueta de tenis que habita en la parte interna de su diestro botín, dando el último pase a la red.
Su liderazgo nace de su mandato sobre el balón, al cual parece enviarle órdenes inequívocas en un circuito perfecto que viaja rápidamente de su cerebro a sus pies, habla poco, por ahora, pero piensa mucho.
El tiempo y sus actuaciones le irán colocando sobre sus hombros los galones de general, no hay dudas de que nunca será Busquets, pero muy pronto en el Barsa y en su selección podría llegar a ser Lothar Matthaus o Michel Platini.