En este mundo tan lleno, gracias a Dios de hinchas por todo el orbe y por desgracia a veces, también entre los que crean opinión, cada uno de nosotros tiene su propio Messi más en el corazón que en la mente.
Sin dudas que el Messi más cercano a los Dioses es el del Barcelona y el sábado lo volvió a demostrar en la final de la Copa del Rey destrozando al Bilbao.
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Conductor desde esa mágica zurda que se esconde en la ribera derecha de la cancha, dueño casi absoluto de las acciones más determinante de todas las Champions y las Ligas que ha ganado para el equipo culé, genial, impredecible, socio ideal o individualista exclusivo para aparecer y liquidar por si solo, a casi todos los gigantes molinos que se atraviesan a su camino, transformándose en el Quijote catalán.
Después está el Leo del Madrid, sí del Madrid, no crea que hablando de la máxima obra de Cervantes también perdí el tino.
El del análisis madridista es extremadamente habilidoso, pero un pecho frío, que no tuvo valor para interponerse entre las tres Champions consecutivas de Zidane y CR7, el que nunca será como Maradona, quien fue campeón mundial con Argentina, ni mucho menos Pelé que levantó tres veces la Copa del Mundo.
Después está el Lionel Andrés Messi Cuccittini de la gloriosa albiceleste, el que en la mayoría de las competencias, ya sea Eliminatorias, Mundial o Copa América, guió a su selección hasta la última noche de la fiesta, pero se quedó si besar a la más bonita.
Amado por los que agradecen que los llevara tantas veces al altar, aunque en el final de la película, la bella novia se acabó escapando con otro.
Criticado por los menos, que como no jugó en Boca o en River, o como alguna vez no cantó el himno nacional, acaban diciendo, “no es argentino, es catalán”.
Y para lo último quedó el fútbol, como siempre, ese fútbol que cuando pasen los años y Leo diga adiós, escribirá la verdadera historia y seguramente hará justicia, como se hizo con Pelé, “El Rey del fútbol”, con Maradona, “El D10S” de los argentinos y del Napoli.
Cuando llegue el día de “ese juicio final”, ese que hacen los verdaderos apóstoles de esta hermosa religión llamada fútbol, esos que no opinan desde la camiseta, ni desde el mapa, sino desde la cancha y la pelota, mucho antes de pasar por el teclado de su computadora, ahí seguramente “La Pulga”, tendrá un lugar de privilegio.
La comparación con los otros dos, incluso con Cristiano Ronaldo será inevitable, cualquiera de los tres podrá exhibir títulos con su selección, Leo no, pero si estoy seguro, de que en ese capítulo de la lectura del evangelio futbolístico, según “San Leo”, no podrá dejar de mencionarse que, heredó la conducción del Barcelona trepado en las espaldas de Ronaldinho, que así bendijo su debut con gol y de esa forma le gritó al mundo, “éste no es solamente mi sucesor, es el hijo de “Dios” en la cancha”.
Cuatro Champions con el Barcelona, donde hay que otorgarle, igual que en el resto de las conquistas culés, por lo menos el cincuenta por ciento de las mismas, el máximo goleador histórico de la competencia, o las decenas de Ligas, los cinco balones de oro y todo lo demás que usted encuentre por ahí, no son su máximo legado.
Se hablará por los siglos de los siglos, “Amen”, de que fue capaz de desarrollar la impresionante habilidad de Maradona a la velocidad del fútbol del siglo XXl, sin perder la increíble, mágica y perfecta precisión, al driblear, pasar o definir. Se dirá que cada vez que el Barcelona, al que toma mortal y lo deja entre los Dioses de los clubes europeos, cada vez que se le daba por muerto, lo salvó siempre de entre las manos enemigas y lo llevó sano y salvo al Olimpo, sin ponerse capa de superhéroe, ni mucho menos, declarar después de la hazaña con pose de divo.
Seguramente la historia dirá de Leo que fue el verdadero y último “Mesías” del Fútbol mundial.
Abrazo de gol
Leo Vega