Félix “Tito” Trinidad vs. Bernard Hopkins. Uno los combates más esperados por el mundo boxístico con uno de los desenlaces más inesperados. Siempre será recordado como “la noche que Tito perdió”.
No hay otra manera para describir lo que pasó el 29 de septiembre del 2001 cuando estas dos leyendas del ring se enfrentaron para dirimir la supremacía en el peso mediano en el Madison Square Garden.
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Este duelo trajo consigo un ingrediente de animosidad ya que en dos paradas de la gira promocional (el 9 y 11 de julio del 2001) Hopkins calentó el ambiente al lanzar una bandera puertorriqueña al suelo. Quizás fue un truco publicitario, pero su gesto causó molestia entre los fanáticos puertorriqueños.
La primera vez lo hizo en el Bryant Park en Nueva York y no hubo mayores repercusiones, pero la segunda vez fue ante alrededor de 10,000 fanáticos que se dieron cita al Coliseo Roberto Clemente en San Juan, Puerto Rico, lo que desató un motín que vio a Hopkins salir corriendo a refugiarse en un camerino ante la iracunda multitud.
Así quedó la escena preparada para el choque unificatorio de las 160 libras en juego. Estaban supuesto a enfrentarse el 15 de septiembre, pero debido a los ataques terroristas en Nueva York el día 11 fue pospuesta para el 29.
Trinidad, un exmonarca mundial unificado del peso welter y superwelter, defendió por primera vez el cetro de la Asociación Mundial de Boxeo que había ganado cuatro meses antes al noquear a Williams Joppy, y a Hopkins exponía por 14ta ocasión su correa de la Federación Internacional de Boxeo y por primera vez la del Consejo Mundial de Boxeo que le había arrebatado cinco meses antes a Keith Holmes.
Trinidad subió al ring como el favorito y muchos consideraban que Hopkins se encontraba en declive a pesar de no haber perdido una pelea en los ocho años anteriores.
Sentado en ringside, no pude dejar de recordar las palabras de Hopkins un par de meses antes de anunciarse el “torneo” del peso mediano. En una actividad en Miami, Florida, le pregunté sobre un posible choque con Trinidad en la final, y el locuaz peleador dijo que no había forma que perdiera ante el ídolo puertorriqueño.
“Oscar de la Hoya me dio el plan de ejecución para derrotar a Trinidad, lo único fue que él no lo llevó a cabo hasta el final”, señaló Hopkins. “Yo no cometeré ese error”.
Ante una multitud “pro-Trinidad”, los primeros asaltos no fueron de mucha acción, pero a partir del tercer asalto Hopkins comenzó a entrar en ritmo con un molesto jab de izquierda y su constante movimientos en el ring.
Engavetó por completo su estilo magullero de golpeo en las cuerdas y adentro, y se puso a boxear para mantener fuera de balance a Trinidad y conectarle con buenos golpes.
El boricua reaccionó en el sexto asalto al pegarle a su rival varias veces con su potente gancho de izquierda, pero asalto a asalto el peleador estadounidense fue tomando control absoluto silenciando así los gritos de “Tito, Tito, Tito”.
En el décimo acto, Trinidad salió agresivo en busca de un nocaut que nunca llegó, y Hopkins empezó a cerrar el espectáculo como los buenos campeones. Sus golpes comenzaron a mermar la resistencia del puertorriqueño que fue lastimado a finales del 10mo. y castigado en el 11mo.
Para cuando inició el último capítulo los tres jueces tenían al frente a Hopkins con puntuaciones de 109-100, 107-102 y 107-102, y el filadelfiano salió en busca de la ejecución final.
El momento llegó cuando un derechazo derrumbó a la lona a Trinidad, quien apenas pudo levantarse antes del conteo final del árbitro Steve Smoger, pero el padre y entrenador del boricua, Don Félix, entró para detener el pleito, decretándose así el nocaut técnico a los 1:42 del 12mo. asalto.
“Yo sólo necesitaba la oportunidad para probarme”, dijo Hopkins. “Nadie puede aguantar mi poder. Una vez Trinidad se dio cuenta de que no me podía lastimar, la pelea había terminado. Le quité su mejor arma, el gancho de izquierda”.
La aureola de invencibilidad de Trinidad llegó a su fin esa noche en el Madison Square Garden.
“Perdimos en buena lid”, dijo Trinidad padre, mientras que Tito indicó que “dio todo lo que tenía” y que perdió ante un gran campeón.
Se habló mucho sobre una revancha, pero nunca se materializó. Hopkins después viajó un año después a Puerto Rico para disculparse por su gesto ofensivo, luego en el 2003 tuvieron un reencuentro en Miami durante una cartelera e hicieron las pases, pero fueron muchos los que se quedaron con las ganas de ver Trinidad-Hopkins II.