Los New York Yankees generan dos tipos de reacciones: amor u odio.
No hay punto medio. La persona es fanático de los Yankees o los despechan… un sentimiento que fue echado a un lado luego del 11 de septiembre de 2001.
Dos días antes del fatídico evento que marcó la vida de todos los neoyorquinos, y quizás del resto del mundo, New York venía de derrotar a sus archirrivales Boston Red Sox en el Yankee Stadium (el original). El 9/11 iniciarían una serie ante los Chicago White Sox en la casa que construyó Babe Ruth.
Luego del mediodía, poco después de la caída de las Torres Gemelas en Manhattan, el béisbol de Grandes Ligas detuvo su acción por poco menos de una semana.
Al terminar de un entrenamiento opcional el sábado 15 de septiembre y aún estremecidos por los eventos, los jugadores se dirigieron al Centro de Convenciones Jacob Javits a visitar a las familias que esperaban noticias de sus seres queridos luego de la tragedia.
“Ahí fue que la emoción realmente te golpeó”, dijo el entonces dirigente Joe Torre a MLB.com en el 2016. “Éramos solo un equipo de béisbol y esta gente estaba experimentando el juego de la vida. Una familia nos pidió que nos acercáramos y Bernie Williams se acercó a la mujer y le dijo ‘no sé qué decirle, pero usted parece que necesita un abrazo’. Y la abrazó. Otras familias se acercaron y nos mostraron retratos de sus seres amados en camisas y gorras de los Yankees y en ese punto me di cuenta que había algo que teníamos que hacer, tratar de sacar lo mejor que pudiéramos de un horroroso y horrible evento”.
Los Yankees mantenían una cómoda ventaja en la tabla de posiciones, 12 juegos de diferencia sobre los odiados Red Sox. Aunque regresaron al terreno de juego el 18 de ese mes, en Chicago, los ojos del deporte estaban centrados en ellos. ¿Qué mejor manera de botar el golpe del 11 de septiembre con una victoria en la Serie Mundial?
Torre entiende que el béisbol le dio al público una distracción de los eventos del 11 de septiembre. A la vez, le propinó a los Yankees un refugio para la tragedia.
“Nuestro deporte nos dio un lugar en donde escondernos”, recordó Torre en esa entrevista a MLB.com con motivo de la apertura del Museo del 9/11. “Nosotros hicimos algo de trampa. Jugamos béisbol y escapamos de la realidad por un rato. Hicimos lo que entendimos que era necesario hacer. No me di cuenta cuánto impactó a los fanáticos hasta más tarde. Los fanáticos son los que nos dan la energía. La gente se involucró, así que tuvieron la oportunidad de esconderse un poco”.
Los Yankees despacharon a los Seattle Mariners y a los Oakland Athletics para enfrentarse a los Arizona Diamondbacks en el Clásico de Otoño, que por primera ocasión se jugaría en el mes de noviembre por los ataques terroristas. Arizona, un equipo de expansión que apenas había comenzado tres años atrás, intentaba ganar su primera Serie Mundial mientras que New York buscaba su cuarto campeonato al hilo.
Las simpatías por los Yankees comenzaron cuando se reanudó el béisbol el 18 de septiembre. Echando a un lado las gorras tradicionales junto a los New York Mets, el equipo comenzó a utilizar gorras alusivas al Departamento de Bomberos de Nueva York y al Departamento de Policía de la ciudad en honor a su sacrificio y esfuerzo durante los ataques del 9/11.
El Clásico comenzó en Arizona, en donde los locales sumaron dos victorias corridas gracias a los brazos de sus baluartes Randy Johnson y Curt Schilling, que maniataron la ofensiva de los Mulos de Manhattan a solo una carrera en 18 entradas.
Debido a los eventos del 11 de septiembre, se tomó la decisión de que el presidente George W. Bush haría el lanzamiento de honor en el Yankee Stadium, algo lo cual el mandatario insistió debido a la situación por la que vivía la ciudad que nunca duerme.
“Se sugirió que quizás el mejor lugar para ir sería Arizona ya que era donde se jugaría el primer partido. Yo rechacé eso de arrancada”, dijo Bush en aquel entonces. “Si vas a hacer el lanzamiento durante la Serie Mundial con los Yankees en ese punto en la historia había un solo lugar a donde ir… Yankee Stadium”.
De hecho, el recién instalado miembro del Salón de la Fama Derek Jeter le dijo al presidente que era necesario que lanzara un strike, porque si la bola se arrastraba lo iban a chiflar.
La magia comenzó con la interpretación de “God Bless America”. La misma estuvo a cargo de un policía de la ciudad, Daniel Rodríguez, de origen puertorriqueño, cuya interpretación tocó a todos los presentes y los millones que vieron la Serie por televisión.
Rodríguez posteriormente se dedicó a la música como tenor operático y se mudó a Los Angeles. Aun 20 años después, God Bless America se canta en el séptimo inning en todos los partidos de Grandes Ligas.
La Serie tuvo dos partidos de entradas extras, que culminaron de manera espectacular. El tercer partido fue a favor de los Yankees, que estuvieron en riesgo de estar de espaldas a la pared luego de las primeras dos victorias de los Diamondbacks.
El cuarto y quinto partidos fueron a entradas extras. La segunda victoria de los Yankees vino por cuadrangular de Jeter al jardín contrario, mientras tomaban la delantera en el partido final en Yankee Stadium gracias a sencillo de Alfonso Soriano en la duodécima entrada.
Del brazo de Johnson, Arizona propinó una paliza a los Yankees (15-2) forzando el séptimo partido. New York mantuvo la delantera en el encuentro por marcador de 2-1, entregando la encomienda de cerrar el mismo al miembro del Salón de la Fama Mariano Rivera. Luis González terminó las esperanzas de los Yankees con sencillo impulsador en el noveno episodio, que a su vez fue la primera derrota del panameño en series post temporadas.
La Serie Mundial de ese año es considerada una de las mejores en la historia del deporte. Por tercera ocasión en la historia, los equipos locales ganaron todos sus partidos. Las emociones por los encuentros a entradas extras, los jugadores honrando a los héroes de la Policía y Bomberos de la ciudad, entre otros.
“Cuando ocurrió realmente contribuyó a eso”, añadió Torre. “El 9/11 le dio un propósito a cada partido que era más que el béisbol”.