Tokio (EFE).- Los Juegos Olímpicos de Tokio continúan entre interrogantes cuando resta justo un año para su fecha de inicio, tras ser pospuestos debido a una pandemia que a día de hoy imposibilita celebrar un evento de esa magnitud en su formato habitual.
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Poco ha cambiado en el horizonte olímpico desde que el pasado marzo el Comité Olímpico Internacional (COI) y los organizadores nipones decidieron retrasar los Juegos hasta el verano de 2021, forzados por una pandemia de COVID-19 que entonces apenas comenzaba a golpear con dureza a ciertas partes del planeta.
En Japón y otros países se han reanudado competiciones deportivas dentro de una “nueva normalidad” que aporta pistas sobre cómo podrían ser los Juegos, aunque un evento internacional de esa talla representa un rompecabezas logístico para el que por ahora no hay soluciones.
AVANCES ORGANIZATIVOS
Los anfitriones nipones anunciaron recientemente varios avances organizativos para los Juegos previstos del 23 de julio al 8 de agosto de 2021, entre los que destacan garantizar la disponibilidad de todas las sedes para las competiciones y confirmar el nuevo calendario de los eventos.
Queda por definir el gasto adicional que generará el aplazamiento de los Juegos, así como precisar quién asumirá ese coste, una cifra que se estima en torno a los 3.000 millones de dólares y cuyo reparto ha generado fricciones entre la organización nipona y el Comité Olímpico Internacional.
Pero el mayor reto será garantizar la seguridad sanitaria durante la llegada a Japón y a lo largo de los JJOO de unos 11.000 atletas, a los que se suman técnicos, representantes de comités olímpicos y otras instituciones y público. Los organizadores se han marcado el próximo otoño como fecha para discutir medidas concretas en este sentido.
DEL CIERRE DE FRONTERAS A LA CUARENTENA
Realizar test PCR a todas las personas que lleguen para los Juegos sería un desafío sin precedentes para Japón, un país que no ha destacado por realizar pruebas del virus a gran escala y que ha optado por blindar sus fronteras como una de sus principales medidas para contener la pandemia.
Mientras la Unión Europea y otros países han comenzado a levantar restricciones a la entrada de viajeros extranjeros, el Gobierno de Japón ha ampliado su veto de entrada a una lista que actualmente asciende a 130 países, y por ahora no ha precisado cuándo volverá a permitir el acceso de visitantes de esas naciones.
La ministra nipona de Juegos Olímpicos, Seiko Hashimoto, afirmó recientemente que el Ejecutivo “medita” flexibilizar sus políticas fronterizas para permitir la entrada de los atletas extranjeros que compitan en los Juegos, toda una obviedad puesto que de lo contrario Tokio 2020 no podría celebrarse.
Entre las posibles medidas que estudian las autoridades niponas y adelantada por los medios locales se encuentra la cuarentena obligatoria para todas las personas que viajen al país para los Juegos, lo que requería habilitar alojamientos específicos dado el alto volumen de llegadas previsto.
Además, serían necesarias medidas de prevención de contagios en las instalaciones de entrenamiento para atletas y en la Villa Olímpica, donde los deportistas compartirán habitaciones y espacios comunes de ocio.
Todas estas cuestiones también afectarán a los 28.000 periodistas y técnicos acreditados para los Juegos, y a los 80,000 voluntarios registrados para colaborar en la organización del evento.