En una novela larga y aburrida se ha convertido la estadía de James Rodríguez en el Real Madrid.
El colombiano que llegó con bombos y platillos a La Casa Blanca después de una gran actuación en Brasil 2014 y que ratificó su calidad el primer año siendo el mejor volante de La Liga bajo el mando de Carleto Ancelotti, es hoy simplemente un grato recuerdo.
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Si bien la más fácil es culpar a un técnico triunfador como Zinedine Zidane y decir cosas tan ilógicas como Zidane no quiere a James y por ende no quiere a Colombia, tenemos que tener en cuenta que entre distracciones y lesiones, el buen jugador colombiano se fue alejando de la élite del fútbol mundial.
Ahora que James decidió ni siquiera atender las convocatorias, cabe recordar que nunca más volvimos a ver a ese crack consistente y rendidor.
Después de esa primera temporada, hemos visto chispazos de fútbol tanto en el Madrid como en el Bayern Munich y claro que deslumbra con su talento así sea a cuentagotas porque la calidad nació con él.
La consistencia y el sacrificio dentro y fuera de la cancha son ingredientes esenciales principalmente en el fútbol de primerísimo nivel. Con saberse crack no alcanza y esa es la realidad de James.
No son los técnicos, no existen los fantasmas que muchos ven, la responsabilidad de resucitar sus mejores momentos es de el.
No hay titularidad garantizada para nadie en ningún equipo y pese a que su periplo en el Madrid ha llegado a su final, está a tiempo de retomar el rumbo y esperar que las lesiones no se hagan presentes.
Que queden atrás los fantasmas y llegue la autocrítica y el compromiso. Que se pase la página y podamos deleitarnos con el fútbol de ese jugadorazo que hemos visto en los más grandes escenarios y que termine beneficiándose también la selección Colombia a la que llevó de la mano a su mejor actuación futbolística.
