En líneas generales la carrera de un jugador rioplatense se sabe que ha llegado a lo más alto cuando se le reconoce con un, “sos Gardel”.
No han sido mucho los Gardel, pero nadie duda de que Maradona lo consiguió en el lado occidental del maravilloso estuario.
Desde los inicios de la “Disneylandica” carrera del rosarino más catalán las comparaciones con el Diego abundaron y aburrieron hasta a los mismos protagonistas.
El tristemente desaparecido “D10s” del fútbol argentino siempre se encargó, de forma poco sutil, de minimizar al ya por naturaleza diminuto Lio que acabó de todos modos siendo el Leo de la gente. En otras, en ataques de cariño pidió que no lo dañaran con la comparación, para volver a “matarlo” culpándolo de ataques diarreicos antes de cada partido importante.
Esas dudas plantadas como espinas en el alma albiceleste por su propio “Dios” hicieron que recién ahora, después de ganar por primera vez la Copa América, pudiera bajarse de la cruz el nuevo 10 del pueblo y para algunos mejor que Maradona.
No sospechaba Lionel en aquella vuelta olímpica del Maracaná, que aunque vacío, el soñaba despierto lleno, de que una nueva y eterna cruz lo esperaban.
Hagamos un poco de historia reciente, hace un año Messi se quería ir si o si del Barcelona, casi lloró para que “Judas Bartomeu “ lo liberara, hoy rompe en llanto porque “Pilatos” Laporta se lava las manos y echándole la culpa al Emperador le dice “Tebas” del Barza por culpa de él.
Y que del mayor de los culpables, que como la serpiente en el Paraíso le habla al oído y manipula desde la sombra. ¿Cuál es la responsabilidad de Jorge Messi?
Y es aquí donde entra Luis Miguel, quien fue esclavo de un maquiavélico padre que en el inicio de su carrera lo transformó en una máquina de recaudar dineros que él se comía y se bebía como un macabro traga monedas.
Hoy Leo llora la dolorosa salida que hace seis meses pedía a gritos, claro las circunstancias eran diferentes, en aquel momento había diferencias irreconciliables con Bartomeu, hoy la afinidad casi “amorosa” con Laporta, hacia presumir que aquella crisis matrimonial entre el jugador y la casa de sus hazañas era solo un mal recuerdo.
Pero olvidamos que en aquella oportunidad su papá/mánager tenía muy bien arreglada una millonaria fuga que condonó Bartomeu con las trampas del reglamento en la mano.
Hoy se confiaron todos, el Barcelona, La Liga con su nuevo y millonario patrocinador y los Messi con un arreglo de dos años para cobrar en cinco que era, aún después de la rebaja, muy ventajoso para las arcas de la familia.
En la “ultima cena”, donde se acusa de traición a la Liga, el “Emperador” del Barza les explicó que no podía hipotecar el futuro del Imperio por los próximos cincuenta años tan solo por sostener al Rey en su trono, que debía todavía el grupo Messi, bajar sus pingues ganancias casi al 30% del último año y fue ahí donde ardió Troya y el bueno de Jorge dijo no, hasta aquí llegamos.
Cárguenle todas las culpas que quieren y que tienen todos los actores de esta larga novela, La Liga, Bartomeu, Laporta, pero no se olviden de que parte de este momento de quiebra económica, es también culpa de la avaricia del papá del “Luismi” catalán cada vez que debió sentarse a negociar y nada alcanzaba a satisfacer su gula por amontonar millones.
Estoy seguro de que, si Leo al igual que hiciera Luis Miguel, se hubiera liberado algún día de su principal defensor-explotador, no solo hoy estaría firmando su último contrato para terminar en la institución que le dio todo y a la que el le pago con creces, sino que además estaríamos resaltando su amor por el club y aplaudiendo hasta enrojecer las manos, la grandeza espiritual de haber renunciado a los lingotes de oro petrolero con los que el Emir compra su talento, tan solo para verlo jugar en el fondo de su casa.
Lo que es mejor todavía, si todo eso hubiera pasado, Lionel no solo seria realmente feliz, sino que además en vez de ser el Luis Miguel del futbol hoy seria Carlitos Gardel.
Como dijo el tango, “si anduve siempre en amores, que me van a hablar de amor”
Abrazo de gol
Leo Vega