El 19 de diciembre del 2009 marcó un hito en la historia del Barcelona, cuando en la final del Mundial de Clubes, ese Barça comandado desde el banco por Pep Guardiola y desde la cancha por Lionel Messi alcanzaron por única vez en la historia un sexteto en un año calendario.
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Se dice fácil y son objetivos, LaLiga, Copa del Rey, Champions, Supercopa de Europa, Supercopa de España y el Mundial de Clubes en donde el pecho inédito del Messi le marcó a Estudiantes de La Plata y reclamó el titulo del Mundo a nivel de Clubes.
Las lágrimas de Guardiola en Japón fueron la más clara evidencia de las emociones producto de un rendimiento desbordado en calidad y cantidad. Iniesta, Xavi y Messi interpretaron un fútbol coral que llenó la retina universal de espectáculo, resultados y buen fútbol.
Hoy el contraste marca y aunque los objetivos por momentos se alcanzan, todo ahora es con un cuenta gotas de calidad que no hace honor al preterido de hace 10 años. Es cierto que el plantel cambió y que de ese grupo notable de interpretes solo sobreviven Piqué, Busquets y Messi, pero el estilo que es el camino o las formas de llegar al resultado, ya no existe.
Entre el desaparecido Tito Villanova, el Tata Martino, Luis Enrique y ahora Valverde se perdieron las partituras originales con las que Guardiola exhibió su sinfonía ante el Mundo.
Algunos de ellos como Tito manejaron algo similar en el estilo. El Tata no pudo recoger nada con un gran plantel, Luis Enrique recuperó objetivos y superó crisis con el mismísimo Messi que le permitieron reclamar objetivos, pero con Valverde se extravió lo poco que quedaba de estilo y jugando feo y a veces mal se perdió la paciencia del aficionado y la fe ciega del cronista que siempre cubrió un Barca imperial y que ahora es mínimamente terrenal.
No ha podido Valverde hacer jugar bien a este Barcelona que sigue teniendo un plantel espectacular muy distante del original de hace 10 años, pero un gran equipo que merece verse mejor.
El Barça de ahora es más gol y menos fútbol, pero a veces el libreto lo lleva a jugar también lejos del gol. Messi, parecido a como juega con su selección debe hacer recorridos más largos para poder mantener estilo y fútbol y en muchas ocasiones llega agotado de regates a la zona que más los necesita. Sus socios Suárez y Griezmann se enchufan por ratitos, pero no hay ya un medio sector que surta con calidad y velocidad el ataque blaugrana.
La media cancha si es otro tema. Se cambió la calidad por el vigor y la técnica por músculo. Se ganó en eficiencia de minutos, pero se refundió la calidad de desequilibrio. Todo en el Barça hoy cuesta un montón. Hacer circular la pelota, secuencia de pases, jugar entre líneas, abrir el campo encontrando los laterales lanzados, generar líneas de pase con Suárez, encontrar a Messi cerca del arco contrario.
Todo es casi imposible y termina por ser un equipo de fuerza en la mitad que depende de Rakitic en ocasiones y en pasajes de Vidal. Hasta Alba socio ideal de Messi en muchos partidos, perdió su toque y perdió la titularidad.
Tres alfileres sostienen los números de este Barca hoy: Ter Stegen, Piqué y Messi. El uno, el arquero, como último bastión defensivo, Piqué siendo el líder natural y organizado del fondo defensivo y el otro, Messi, como el notable factor de desequilibrio y siempre enamorado del gol.
Lo demás es Valverde. Hacer jugar bien a este equipo es la tarea central de un entrenador que se defiende con un año calendario del 2019 sin perder en el Camp Nou, pero que extraña el fútbol artístico y casi musical que en su momento inventó Guardiola.
¡Qué lejos esta el fútbol del sexteto!
EL PUNTO G DEL DEPORTE FC Barcelona, mucho cracks y poco técnico