Con su peculiar estilo al lanzar y mirar al cielo, Fernando Valenzuela cautivó a las Grandes Ligas, desató la famosa “Fernandomanía y se convirtió en una de las leyendas hispanas en la historia del deporte.
El llamado “Toro” Valenzuela, quien nació el 1 de noviembre de 1960, en Etchohuaquila, municipio de Navojoa, Sonora, México, fue firmado por los Dodgers de Los Angeles en julio del 1979, y un año después debutó a finales de campaña en las Mayores y dejó una grata impresión al conseguir marca de 2-0 y un rescate en 10 partidos.
Sin embargo, nada se hubiese imaginado lo que pasaría en el 1981.
Jerry Reuss estaba supuesto a iniciar el Día Inaugural, pero el zurdo se lastimó una pierna el día antes y el manager de los Dodgers, Tom LaSorda, sorprendió al darle la apertura al novato mexicano de 20 años con los Houston Astros.
Con un aplomo increíble y nervios de acero, Valenzuela respondió con una joya monticular al blanquear a los Astros por 2-0 al ceder apenas cinco hits y dos bases por bolas, y ahí fue que comenzó la llamada “Fernandomanía”.
En sus primeras ocho aperturas tuvo récord de 8-0, con siete juegos completos, incluyendo cinco blanqueadas y cedió apenas cuatro carreras limpias en 72 entradas, convirtiéndose en toda una celebridad en Los Ángeles, particularmente entre la población mexicana de la ciudad, además de acaparar los títulares del béisbol alrededor de la nación.
Todos hablaban del pitcher mexicano que parecía tener mucho más que 20 años y que cuando lanzaba miraba al cielo justo antes de soltar la pelota hacia el plato.
“Estaba emocionado”, recordó Valenzuela en el libro “Hermanos en Brazos: Koufax, Kershaw y la extraordinaria tradición de lanzadores de los Dodgers” escrito por Jon Weisman. “Fue bueno, pero difícil al mismo tiempo”.
“En el terreno, estaba bien. Fuera del terreno, después de los juegos, a veces la gente o los medios no entendían, querían la entrevista de inmediato, y yo tenía que trabajar, tenía que estar con el equipo. En ese tiempo, esa fue la parte difícil, pero cuando salía al campo, fue emocionante, porque sabía lo que tenía que hacer. Tenía mucha confianza en mi repertorio”.
Valenzuela terminó la temporada, que se vio paralizada entre el 12 de junio al 31 de julio debido a una huelga de jugadores, con marca de 13-7 y un promedio de carreras limpias de 2.48, y fue líder de ponches (180), juegos completos (11), blanqueadas (8) y entradas lanzadas (192.1). También tuvo récord de 3-1 en la postemporada que vio a los Dodgers coronarse como campeón de la Serie Mundial.
Su actuación fue tan espectacular que ganó el premio de Novato del Año y se convirtió en el único novato en ganar un premio Cy Young.
Apoyados en su famoso lanzamiento de screwball o tirabuzón, Valenzuela consiguió 141 victorias con 116 derrotas en su carrera de 11 años con los Dodgers (1980-1990). Fue nombrado al Juego de Estrellas en seis ocasiones, ganó 20 juegos o más en una temporada (1986) y el 29 de junio del 1990 lanzó un no-hitter contra los St. Louis Cardinals, terminando la campaña con 13-13 y una efectividad de 4.59 en 33 aperturas.
La era de Valenzuela en Los Angeles llegó a su fin cuando el equipo lo dejó libre luego de un discreto entrenamiento primaveral en 1991. Ahí comenzó un periodo de inestabilidad en su carrera en las que pasó por seis organizaciones (California, Detroit -entrenamiento primaveral-, Baltimore, Philadelphia, San Diego, St. Louis) y algunas estancias en el béisbol mexicano.
Su mejor temporada fue en el 1996 con los San Diego Padres con los cuales logró récord de 13–8 y una efectividad de 3.62. Un año después se retiró como miembro de los Cardenales, concluyendo su carrera en las Grandes Ligas con marca de 173–153 y 3.54 de ERA, aunque años después retornó al béisbol mexicano.
Valenzuela, sin embargo, siempre es recordado con cariño y nostalgia por sus hazañas con los Dodgers y la “Fernandomanía”. Desde que terminó sus días con la organización ningún otro jugador ha vestido su número 34 por respeto al famoso “Toro”.