El pequeño club de la gran Berlín
El modesto Unión Berlín consiguió lo que nadie había logrado en esta temporada: detener al imparable Bayern Múnich de Vincent Kompany. Ni el Leipzig, que marcha segundo, ni el Dortmund, eterno perseguidor del campeón, ni siquiera el Leverkusen, que fue el único capaz de quitarle un título al gigante bávaro en los últimos trece años, habían podido arrebatarle un solo punto. Pero tuvo que llegar la jornada 10 para que el “pequeño” de la capital diera el golpe.
En su estadio An der Alten Försterei, con capacidad para apenas 22 mil aficionados, los llamados “hombres de hierro” demostraron que el corazón puede más que el presupuesto. Ante un Bayern que parecía encaminarse a otra tarde tranquila, el Unión se plantó con carácter y logró un 2-2 histórico.
Y eso que el encuentro empezó cuesta arriba para los berlineses. Muy temprano, Luis Díaz marcó un golazo de esos que dejan a todos hablando, tanto por la fuerza como por la determinación del colombiano, que venía de semanas difíciles bajo críticas por su falta de definición. Esta vez, respondió a lo grande, con trabajo y silencio, cerrando bocas y recordando por qué costó 75 millones. Aunque en Inglaterra esa cifra no asusta, en Alemania sí representa una fuerte inversión, y los directivos ya exigían resultados.
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Aun así, el Unión tuvo opciones para ganar, pero el eterno “Bayern Bonus” —como se le dice en la prensa alemana a los arbitrajes que suelen favorecer al campeón— terminó inclinando la balanza. Sin embargo, la igualdad se sintió como una victoria para el equipo capitalino, que desde su ascenso ha basado su éxito en disciplina, entrega y un bloque defensivo sólido.
¿Como afectó este empate a la tabla?
El resultado también sacudió la parte alta de la tabla. Leipzig desaprovechó la oportunidad de acercarse al líder al empatar con Hoffenheim, mientras que Dortmund volvió a tropezar, confirmando que su vieja irregularidad no desaparece. Los aurinegros parecían curados tras el Clásico, pero una vez más demostraron que su mayor enemigo sigue siendo ellos mismos.
En cambio, Stuttgart y Leverkusen sí aprovecharon para apretar la pelea por el subliderato, aunque el Bayern sigue a una distancia considerable. Lo que deja esta jornada es una lección clara: incluso el poderoso Múnich puede sufrir frente a rivales humildes, y su camino hacia una temporada perfecta no será tan sencillo como parecía.

Declaraciones cercanas
Lo decía Pável Pardo cuando jugaba en el Stuttgart: “Aquí no hay rivales fáciles”. Y tenía razón. En Alemania, cada partido se juega al límite, en cada categoría y en cada estadio. No hay lugar para las florituras ni el juego displicente: se celebra una barrida tanto como un gol, y eso explica por qué la Bundesliga es una liga tan intensa, tan competitiva y tan auténtica.
El ejemplo del Unión Berlín debería servir de inspiración, incluso fuera de Alemania. Porque el tamaño del estadio o el presupuesto no definen la grandeza de un club, y porque las ligas más fuertes son aquellas que le dan oportunidades a todos. El Bayern seguirá siendo el gigante, pero esta vez, el público y el espíritu de lucha del fútbol alemán fueron los verdaderos ganadores.
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