Como en una obsesión, casi natural en el hombre, desde el principio y seguramente hasta al fin de los tiempos, ha tenido y tendrá, la “Bendita” costumbre de comparar.
Con el amanecer del Imperio Romano comenzamos endiosando mortales, que si Julio César u Octavio, cuál fue mejor y verdadero monarca y el diablo a las cuatro.
Cuando se vuelve a reeditar la historia, dentro de una imitación perfecta del Coliseo Romano, los estadios de fútbol, con sus luchas entre verdaderos gladiadores, que lo dejan todo por honrar a los Reyes de hoy y dedicarle su gloria a los Dioses del ayer, volvimos a sentir la necesidad de fabricar nuestros infalibles ídolos. Así aparecieron los nuevos semidioses, los jugadores de fútbol, tipos que nacieron mortales, pero alcanzaron un nivel, tan solo un escalón por debajo de Zeus.
La Biblia del fútbol, que, imitando a la original, es también una obra de muchos capítulos, escrita y recopilada por diferentes autores, en diferentes momentos de la historia nos dicta el principio, pero a diferencia de la otra, no predice el final.
Casi todos ubican el punto de partida en el merecido Rey de la mayoría, nacido en Tres Corazones, que, a imagen y semejanza de los antiguos emperadores, tiene un nombre verdadero, Edson Arantes do Nacimento, pero popularizado por el bautismo del pueblo como Pelé.
El mismo se encargó de poner en duda de que fue el verdadero primer Rey al contar el origen de su juramento/obsesión por ser el mejor abrió el juego.
Pele cuenta en su historia oficial, que, al ver llorar desconsoladamente a su padre, aquel 16 de julio, tras la hazaña mayor hasta nuestros días, llamada “Maracanazo”, le prometió a su progenitor, que el vengaría esa afrenta propinada por los héroes celestes a la blanca selección brasileña en su propio templo.
Así que, más que ascender al Olimpo del más popular de los deportes como primer monarca, buscaba destronar al emperador de esa final llamado Juan Alberto Schiaffino, mejor conocido como Pepe, tanto en Uruguay como en Italia, donde reinó como figura excluyente del Milán y después de ser campeón del mundo con Uruguay, como conductor futbolístico de la selección italiana, con una fineza técnica y elegancia única, que solo encontró un emulo reconocido y legal, con la llegada de Cruyff al firmamento mundial.
Dicho esto, corremos rápidamente la máquina del tiempo hasta nuestros días, sin olvidar la carrera por instalarse en el trono como Cesar del fútbol a hombres-Dioses como Maradona, el que más tiempo de reinado disfrutó y el que algunos juran haberlo visto resucitar al tercer día de su tempranera partida.
Di Stefano, identificado eternamente con el mejor Real Madrid, Zidane y el ya nombrado Cruyff, hasta parar la máquina en un tal Lio Messi, que fue el hijo de Dios en la tierra, del gran Imperio de este siglo llamado Barcelona e injustamente, por su propio pueblo natal, abucheado plebeyo, negado más de tres veces antes de cante el gallo, y abanderado de lujo para algunos, de la cadena de fracasos más larga, de la camiseta albiceleste.
Cristiano Ronaldo, desde su auto perfeccionamiento técnico físico, a fuerza de goles, títulos y triunfos individuales y colectivos en todas las ligas y a nivel selección, amenazó al principio y discutió ya casi sobre el final el reinado de Lio.
Hoy cuando ambas carreras comienzan lentamente a apagarse, el periodismo de mercado y la necesidad de los fieles de no quedarse sin dioses, comienza a amanecer una figura excluyente que amenaza desde su corona de precoz campeón mundial, a quedarse por un par de décadas con el trono, Kylian M’Bappe. “Que viva el Rey”
Pero esas mismas necesidades, la primera mercantilista y la segunda profundamente espiritual, le inventaron un enemigo, Halland, el empedernido juvenil goleador noruego del Borussia.
El francés, que nació campeón del mundo y es mucho más completo que cualquier otro jugador hoy en el planeta, es hasta ahora el único seguro heredero.
El gran Erling llegará sin dudas muy lejos a fuerza de sus goles, estoy seguro será uno de los acompañantes más incomodos que la prensa le ubicará en el asiento de atrás al francés en su camino reinado, tan solo para darle a esta carrera que ya está ganada por M’Bappe antes de partir, un poco de emoción, para jugar a los expertos y vender ratings y lo mejor de todo, el verdadero motor de esta bendita pasión, para que sigamos soñando con los nuevos Pele de la historia.
Abrazo de gol, Leo Vega