PITTSBURGH – Roberto Clemente sigue vivo en Pittsburgh.
El legado del extraordinario pelotero puertorriqueño se mantiene fresco en la memoria y los corazones de los residentes de esta ciudad del estado de Pensilvania aún después de 47 años de su muerte.
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GALERÍA Un museo de recuerdos de Roberto Clemente
Una copa de vino con Clemente
VIDEO: Un secreto en el Museo de Roberto Clemente
Poblado de gente trabajadora, minas de acero, la cultura pop de Andy Warhol, las danzas de Gene Kelly y las manos inmaculadas de Franco Harris y los Steelers campeones seis veces del Super Bowl, Pittsburgh se identifica, sin embargo, con el talento y el humanismo de Clemente.
“Roberto es importante no solo para Puerto Rico y Pittsburgh, sino para cualquier amante del béisbol. Es una leyenda, es un héroe, murió ayudando a la gente”, indica Duane Rieder, director ejecutivo y curador del Roberto Clemente Museum de Pittsburgh.
El museo, ubicado en una antigua estación de bomberos, se ha convertido en bastión de los tesoros del cometa de Carolina gracias a Rieder, quien ha renovado meticulosamente el sitio para mostrar la colección más grande del mundo de artefactos de béisbol, obras de arte, literatura, fotografías, recuerdos y materiales relacionados con el boricua, sus compañeros de equipo, su vida personal, y sus causas humanitarias.
La galería está ubicado en la histórica estación de bomberos Engine House 25, ubicada en la revitalizada sección de Lawrenceville en Pittsburgh.
La estación cerró el 31 de diciembre de 1972. El mismo día que falleció Clemente.
Héroe
Clemente, al margen de sus estadísticas, fue la versión hispana de Jackie Robinson en el béisbol de Grandes Ligas (MLB), un activista, un constante vigilante de los derechos del jugador latino y gran humanista.
Cada año la MLB entrega el Premio Roberto Clemente al jugador que mejor representa el juego de béisbol a través de un carácter extraordinario, participación comunitaria, filantropía y contribuciones positivas, tanto dentro como fuera del campo.
Sus logros
Jardinero derecho de los Pïttsburgh Pirates de 1955 a 1972, el puertorriqueño ganó cuatro títulos de bateo, sumó 3,000 hits y se retiró con un promedio vitalicio de .317.
Fue el Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en 1996, obtuvo 12 Guantes de Oro por su excelencia defensiva y fue seleccionado para 15 Juegos de Estrellas, entre otros reconocimientos y logros.
Fue elevado al Salón de la Fama en 1973 (el primer jugador hispano en alcanzar semejante honor), pocos meses después de su trágica muerte en un accidente de aviación mientras llevaba ayuda a las víctimas de un terremoto en Nicaragua.
Para muchos expertos e historiadores, el boricua ha sido el mejor patrullero derecho de todos los tiempos. Para todos es el más grande jugador hispano de la historia. El referente de lo que un verdadero hombre debe ser: luchador, defensor de los débiles, justo, limpio, honesto, real, amoroso padre y esposo, amigo leal y humilde en la grandeza de un ser irrepetible.
“Clemente es un ídolo no solo para Puerto Rico sino para todos los latinoamericanos y obviamente estoy muy orgulloso de ese gran legado que nos dejó”, señaló William Rosado, puertorriqueño que visitó el museo de su héroe recientemente.
“Clemente no solo fue un peloterazo sino también un ser humano excepional. Murió ayudando a la gente. Eso fue lo que lo hizo grande, lo que hizo dentro y fuera del terreno y la forma cómo murió”.