El haber crecido en un país totalmente futbolero me hizo enamorarme desde muy chico de los colores de un equipo, de su historia, de su afición, y claro, de sus jugadores.
El equipo del alma, con el que se crece, para mí siempre será mi amor. Hoy, ya a poco de llegar al medio siglo, aún me da rabia todo lo malo que le pasa y me regocijo con lo bueno, algo que no sentí nunca por ningún otro equipo de fútbol.
En el mundo del fútbol, la pasión por un equipo siempre fue innegociable, los ídolos de la hinchada quedaban en el más grato recuerdo cuando se iban, pero por más que nos alegrara que siguieran a buen nivel, nadie estaba por encima de los colores y seguíamos al equipo sobre todas las cosas.
Pero vino la globalización y aunque no entendimos ni entendemos aún muchos de los fenómenos que se presentan, me queda claro que las nuevas generaciones se enamoran tanto o más de equipos de otras latitudes y el seguir y querer un equipo ya casi no tiene que ver con posición geográfica, así como también esta claro que se empezó a dar algo muy parecido a lo que ha sido una constante en deportes como el béisbol, el seguir jugadores por encima de equipos.
Bastó con ver a fanáticos de todo el mundo celebrando el título de Lionel Messi en Copa America, muchos en multitudes callejeras que gritaban el nombre del rosarino con camisetas del Barça y la selección Argentina.
Otro ejemplo palpable es el de la venta de camisetas de Cristiano en su llegada al Manchester United, rompiendo récords y haciendo que mucha gente cambie de equipo, solo mientras esté Cristiano.
Ese es el nuevo fútbol, ahora también se vale ser hincha de jugadores y seguirlos donde quiera que van, vistiendo sus camisetas y gritando sus goles, sin equipo del alma pero si con jugador del alma. Ahora la respuesta de muchos a la pregunta de a quién le van o porque equipo hinchan, puede ser Messi, Cristiano o cualquiera de las grandes estrellas.