Uno de los momentos inolvidables de los últimos tiempos en el fútbol, se vivió cuando la FIFA decidió conceder el mismo día las sedes de los mundiales del 2018 y 2022. Rusia y Qatar se quedaron con las sedes y nos quedó claro que los petrodólares empezaban a mandar en el mundo del fútbol.
Particularmente en el tema de Qatar, jugar allá tenía más dudas que certezas y las altísimas temperaturas en verano hacían que dudáramos mucho de su realización.
Después vino el “Fifagate” y se llegó a pensar incluso que le podían quitar la sede, pero todo quedó en veremos. El problema de las altas temperaturas se solucionó mudando el mundial de verano a invierno y volvió a ser evidente que la fiesta iba sí o sí.
Un país diminuto y con enormes cantidades de dinero se salía con la suya y ahora nos preparamos para que Qatar le de la bienvenida al mundo en un atípico y forzado mundial.
Así como a muchos en su momento no nos gustó la adjudicación de la sede mundialista a Qatar, me queda claro que más allá de que sabemos que cuentan con los recursos para pasar el examen con buena nota, en lo futbolístico también se lo tomaron en serio.
No solamente por ser campeones asiáticos y por darle continuidad a un proceso que ya venía pero que agilizaron cuando les dieron la sede mundialista, sino también por la grata sorpresa y el buen fútbol que vimos en la Copa Oro.
Sabedores de que el mundo mira hacia Qatar, la selección dejó una gratisima impresión en el evento magno de la Concacaf por su buen fútbol y la ratificación de que para nada será la cenicienta que muchos esperaban cuando reciba al mundo.
De la mano del español Félix Sánchez y con un trabajo serio, en la cancha, Qatar hizo la tarea y nos empezó a conquistar, dejó la mesa servida y buenas sensaciones camino a la Copa del Mundo.