Carlos Alcaraz juega con una pelota, pasándola entre sus piernas mientras mira hacia su banquillo. Tiene el control de la final de Wimbledon, aunque con cierta tensión, ya que al otro lado de la cancha está Novak Djokovic, el adversario que siempre regresa y puede salvar tres puntos de partido.
- LEER MÁS SOBRE: Reventa para ver el Alcaraz – Djokovic supera los 17,000 Dolares
- LEER MÁS SOBRE: ¡Wimbledon tiene nueva Reina! Barbora Krejcikova
- LEER MÁS SOBRE: Djókovic-Alcaráz se repetirá en la final de Wimbledon 2024
El serbio, sorprendido por la superioridad del español, se ha quedado sin su acostumbrada celebración con el violín. Ha sido desplazado de un lado a otro, golpeado como no le habían golpeado desde Rafa Nadal en Roland Garros, obligado a perder una final casi sin poder competir (6-2, 6-2 y 7-6 (4)).
Alcaraz ha pasado de ser una promesa a ser el favorito en esta edición, pero nadie esperaba que se convirtiera en un monstruo devorador de títulos. El español no solo venció a Djokovic, algo que varios han logrado en la historia, sino que lo redujo al mínimo, lo borró de la cancha, propinándole una de las mayores palizas de su carrera. Y lo hizo con una facilidad que asusta a cualquiera que piense en enfrentarlo en el futuro.
Con tan solo 21 años, Alcaraz igualó los cuatro Grand Slams de Manolo Santana, se convirtió en el sexto hombre en lograr el doblete Roland Garros-Wimbledon y es el primer español en revalidar el título en la Catedral del tenis.
Esto lo logró porque ya no es el joven de melena rebelde que se presentó sin nada que perder hace un año en este mismo escenario. Con el tiempo, no solo ha cambiado su peinado, también ha domado sus nervios, aquellos que en 2023 lo doblegaron durante el primer set de la final, que apenas duró 23 minutos.
El primer juego de la final de este domingo se prolongó catorce minutos. “Se va a solapar con la final de la Eurocopa”, pensaban muchos, mientras Alcaraz, como si tuviera prisa por animar a su España, planeaba un desenlace distinto.
Alcaraz necesitó un cuarto de hora y cinco bolas de ‘break’ para doblegar por primera vez al serbio, pero a partir de ahí no se detuvo. Era como si Djokovic tocara el violín y Alcaraz disfrutara bailando con él.
El español era un espectáculo de dejadas, contradejadas, contraataques y dominio. Djokovic golpeaba la pelota con precisión, pero Alcaraz siempre la devolvía con más fuerza y mejor colocación. Y lo más sorprendente era la calma con la que lo hacía. Con medio partido, 6-2 y 1-0 a favor, el murciano se paseaba por su lado de la cancha jugueteando con la pelota y pensando cuál sería el siguiente truco para desesperar al campeón de 24 Grand Slams, el hombre que quería superar el récord de ocho Wimbledon de Roger Federer y que se topó con Alcaraz defendiendo el legado de su ídolo.
Djokovic, mientras los juegos se le escapaban como en la final de Roland Garros 2020 contra Nadal, necesitaba un estímulo externo para despertar, un grito desde la grada, un enfado al que aferrarse, pero solo podía descargar su frustración contra la red y contra lo que él creía que era mala suerte, pero que en realidad era el impecable juego del español.
Con 6-2 y 6-2, miraba al cielo, extenuado, pidiendo ayuda divina para escapar una vez más. El tenista más “Houdini” de todos ya sabía lo que era levantar dos sets en contra en una final de Grand Slam, como hizo en 2021 en Roland Garros contra el frágil Stefanos Tsitsipas.
Esta vez tenía enfrente a un campeón de Grand Slam, número uno y dominador del presente y futuro del tenis. Aun así, Djokovic rozó la reacción. En el sexto juego del tercer set, tuvo su primera bola de rotura desde el primer parcial y Alcaraz, que la salvó con un servicio casi ganador, desactivó cuatro iguales en su momento más apurado.
Los gritos de “¡Nole, Nole!” pronto fueron reemplazados por los de “¡Carlos, Carlos!” y ni siquiera los sarcásticos “Come on England” desestabilizaron a un Alcaraz lanzado hacia el triunfo, hasta que llegó al abismo de sacar para Wimbledon contra Djokovic.
Alcaraz, quien ya había enfrentado el fantasma de Roger Federer en esta pista en 2019, tembló en el pulso como también le ocurrió a Andy Murray en 2013. Se puso 40-0 con su saque, tres puntos de partido. En un festival de golpes a la red y errores, y un inoportuno cántico de un aficionado de “Campeones, campeones”, Alcaraz perdió los cinco puntos siguientes.
Se metió en un jardín del que pocos salen, en el que muchos se hunden. Habiendo acostumbrado a sus seguidores a dosis de sufrimiento durante todo el torneo, la final no fue excepción.
El tercer set, que de haberse perdido hubiera supuesto una brecha importantísima, se fue hasta el ‘tie break’ y ahí Alcaraz demostró que, pese a los nervios, sigue siendo el mejor.
Con 5-4 arriba en el desempate, a dos puntos de la victoria, Alcaraz rompió a Djokovic con una dejada primero y no dejó que los nervios le atenazaran con el quinto punto de partido. El resto al segundo saque se quedó en la red y Alcaraz tiró la raqueta y se giró hacia su banquillo.
Carlos Alcaraz es el mejor y ni siquiera Djokovic en Wimbledon puede discutirlo.