‘La naranja mecánica’ irrumpió con todo su esplendor en el en gran escenario futbolístico del mundial de Alemania 74’. Parecía ser una verdadera e invencible revolución futbolística basada en los principios del respeto por el buen trato de la posesión del balón y la falta de lugares fijos en ataque, con relevos ofensivos realizados por cualquiera de los diez jugadores de campo, un movimiento innovador que el mundo reconoce hasta nuestros días con el nombre de fútbol total.
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La final de ese mismo año no podría haber empezado de mejor manera, Johan Neeskens, de penalti a los dos minutos, le puso fin a una jugada que había arrancado con el pitido inicial y que tuvo como anteúltimo acto la caída de Cruyff dentro del área. Holanda había dominado el juego por ese periodo de tiempo donde los locales no pudieron siquiera tocar el balón.
El mundo asombrado presintió una goleada a favor de los de Michel, pero, 23 minutos más tarde, Paul Breitner, por la misma vía, igualaba las acciones de un partido donde parecía que el balón se quería quedar a vivir con los holandeses.
En este juego donde, según Gary Lineker, juegan once contra once y siempre ganan los alemanes, volvió a ocurrir.
En el anochecer del primer tiempo amaneció en el histórico Estadio Olímpico de Múnich. Producto de un desborde angosto, el balón llega al corazón del área de los tulipanes y Gerd Müller, , con un control orientado hacia el lado de adentro de la cancha, se quita a dos defensores de encima mandando el balón al fondo de la red tras una media vuelta notable.
De esa forma, con ese movimiento entre circense y pasos de valet, el ‘tanque’ alemán que portaba el número 13, le dio nuevamente la gloria a una camiseta preñada de ella y le demostró al mundo que la belleza estética y los movimientos de distracción copiados del baloncesto, no están obligatoriamente ligados a la efectividad final que nos eleva al olimpo.
Después de eso, los holandeses siguieron dejando escuela y los alemanes levantando copas.
Alemania y su pragmatismo de la mano del gran Helmut Schoen, volvió a contestarle al mundo ante la eterna pregunta, ¿para qué jugamos?, cuya respuesta será siempre: para ganar.
“Gloria al 13”
Abrazo de Gol, Leo Vega