Era casi imposible creer que un partido que se ganaba con autoridad se fuera a perder de la manera en que se perdió y fue así:
River lo dejó de ganar al cierre de la hora. Flamengo le arrebató el título de campeón de Copa Libertadores en Lima por dos errores de sus centrales. Parpadeó River en un par de minutos, se durmió en los laureles y a un equipo brasileño no se le puede dar ni un respiro de vida.
El juego lo había manejado hasta de cierta manera bien el cuadro argentino y casi que inesperada porque lo que se planteaba sobre el papel, era que Flamengo lo superara en lo individual y no en lo colectivo. Terminó al revés. River fue mejor en lo que quería Gallardo.
Como conjunto. el equipo de Gallardo dio una lección sobre todo en el primer tiempo, tanto que había dejado estupefacto al equipo carioca; y el segundo, si bien es cierto los brasileños reaccionaron, River tenia para apuntillarlo.
¿Entonces qué pasó?
River Plate no sentenció el partido, permitió que el rival se pusiera desafiante y lo peloteara en el área.
Y llegaron esos dos minutos fatales,de desconcentración y que lo puso de lo sublime a lo desconcertante, del cielo al infierno.
Gabriel Barbosa terminó siendo el héroe y Armani el crucificado.
Faltó jerarquía, faltó dominio del escenario en el último renglón del libreto llevado por su técnico. Se dirá que pudo ser bicampeón de América, se dirá que se pudo hacer historia, pero esta vez la historia la hicieron los brasileños.
Sólo queda decir que River si jugó bien que pudo redondear su faena, pero que en la puerta del horno al mejor panadero se le quema el pan.