El VAR como algunas parejas ha ido perdiendo confianza y cuando la confianza se pierde las relaciones terminan por ser irreconciliables. Comenzó todo con una esperada “luna de miel” entre el fútbol y la tecnología con esa nueva herramienta (que algunos quieren convertir en juguete) llamada Video Assistant Referee para respetar su sigla en inglés y que traducido al español es el Árbitro Asistente de Video.
Las nuevas generaciones lo pedían gritos y con mucha razón por las injusticias que pasaban dentro del campo y que no podían ser revisadas más allá del ojo acucioso de los tele periodistas y posteriormente de los espectadores.
Una mano que fue y no vio el central en zona de gol al ataque, un fuera de lugar que termina en gol que era evidente, una falta dentro del área que no se detectó o una expulsión a un jugador equivocado fueron quizá algunas de las razones por las que se acelero el uso de la tecnología para ofrecer mas justicia al fútbol.
Todo muy valido y muy lindo con la llegada del VAR hasta que entendimos que el “aparatito” sigue manejado por los mismos seres humanos que toman decisiones desde el campo de juego y ahí es donde entra en juego el tema de la “desconfianza”.
Trasladamos el tema de cuatro a seis implicados… y seguimos desconfiando igual.
Creemos en las recomendaciones del VAR cuando nos conviene y descreemos cuando nos afecta por que el problema no es el aparato tecnológicamente muy útil, sino el mal uso de quienes lo manejan, por no decir en algunos casos manipulan.
La manera como el sistema en algunos países ralentiza el juego (léase particularmente México y Suramérica y España) atenta contra la ya de por sí maltrecha dinámica del espectáculo. La pobreza interpretativa de los cuerpos arbitrales y la haraganería ahora de los jueces centrales que se desentienden de su responsabilidad para esperar que sus ayudantes en el VAR hagan su trabajo.
“El árbitro, en algunos casos, se ha convertido en el mensajero de la tecnología y ya no pita a conciencia sino con temor a ser exhibido”
El árbitro, en algunos casos, se ha convertido sólo en el mensajero de la tecnología y ya no pita a conciencia sino con temor a ser exhibido por un posterior video. Las 17 reglas del Fútbol se escribieron y se intenta respetarlas, pero las han manoseado tanto que Sr. Stanley Rous debe revolcarse en su tumba a casi un siglo de haber retocado el reglamento por orden de FIFA.
Es verdad que el mundo camina a otra velocidad y exige más efectividad y certeza en todo tipo de decisiones. Que usemos las mejores herramientas para que esas decisiones sean sanas, pero para ello requiere buenos interpretes. El sistema judicial del fútbol es el arbitraje y como en toda corte si usted no cuenta con buenos jueces y mejores magistrados los fallos serán cuestionados. Eso sucede en el fútbol, de hoy. Todos desconfiamos de todos y siempre creemos que nos van a perjudicar.
El VAR podría ser ideal si creyéramos en nosotros mismos, si nos educáramos para aceptar decisiones, si aprendiéramos a ser menos emotivos y más analíticos, pero el mundo del fútbol desafortunadamente se encargó de robarnos la confianza.
Directivos corruptos desde la cúpula administrativamente más alta del Fútbol, entrenadores que en algunos casos son más comisionistas (cometeros) que técnicos, jugadores que por necesidad o por avaricia se prestan para negociados sucios, periodistas que reciben sobres (pagos) por opinar de técnicos, directivos y jugadores…todo dentro de una familia que hoy por hoy agrupa a más 1.500 millones de empleados que dependen directa e indirectamente del fútbol.
Por eso el panorama es más gris que claro y por eso nadie cree en nadie y el VAR es uno más que se une al triste baile de la desconfianza que es el fútbol.
No debería citarlo porque está acusado, aunque ya no sancionado y se defiende gritando su inocencia, pero el último grito contra el VAR lo dio el francés Michel Platini quien no aguantó y le volvió a gritar al Mundo que “el VAR es una bella Mierda…no resuelve los problemas, solo los traslada”
DE FRENTE Gareth Bale, la papa caliente de Zidane y el Madrid