Las manecillas del reloj marcaron las 6:20 pm del viernes 11 de agosto de 2023 en Dodger Stadium para dar paso al retiro oficial de aquel número 34 que rompió las barreras culturales entre México y Estados Unidos. Aquel toro indomable que cada vez que veía al cielo, su brazo izquierdo era glorificado con el lanzamiento más impredecible de las Grandes Ligas, el ‘screwball’. Un tal Fernando Valenzuela que ya vio la luz de su inmortalidad en su segundo hogar.
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Un bobblehead, un anillo conmemorativo a la Serie Mundial de 1981 y un espectáculo de luces que completaron la fiesta en honor a uno de los más grandes representantes de los colores de Los Ángeles Dodgers, y para muchos, el mejor pelotero mexicano de la historia, no fueron suficientes para expresar la grandeza de Valenzuela. A pesar de no estar incluido en el Salón de la Fama, se ganó el honor de la inmortalidad más codiciado: el cedido por la gente y la afición.
Entre políticos, ex-peloteros y hasta el que tantas veces narró sus glorias Jaime Jarrín, además de su familia, se reunieron para celebrar a la leyenda mexicana, que ensordeció nuevamente el recinto como en los viejos tiempos. Y es que en todo momento de la ceremonia que justamente se realizó en el declarado ‘Día de Fernando Valenzuela’, los presentes no dejaron de mostrarle su admiración y respeto, sumándose a ellos Adrián González, Julio César Chavez y el propio Julio Urías con palabras de inspiración en las pantallas del Dodger Stadium.
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Detrás de ese ’34’ que finalmente fue retirado junto a los nombres de Pee Wee Reese (1), Tommy Lasorda (2), Duke Snider (4), Gil Hodges (14), Jim Gilliam (19), Don Sutton (20), Walter Alston (24), Sandy Koufax (32), Roy Campanella (39), Jackie Robinson (42) y Don Drysdale (53); yace la alegría en los corazones de millones de ciudadanos aztecas e hispanohablantes que trazaron en el pitcher sonorense el ejemplo perfecto del ‘American Dream’ con la ‘Fernandomanía’.
‘Fernandomanía’: una luz de esperanza para los hispanohablantes
Y es que no podemos quitar el dedo del renglón sobre el momento tan hostil que se suscitaba dentro de territorio norteamericano, desde la demolición de la comunidad mexico-americana en Chávez Ravine para la construcción del Dodger Stadium hasta el fenómeno migratorio en el que miles de hispanos fueron relegados del país; un enorme llamado de esperanza de los latinos que no tenían un referente en quien volver a apostar por la fe.
Con ello, llegó Fernando Valenzuela al montículo angelino apenas con 19 años debutaba contra los Braves como lanzador de unos Dodgers que padecían este rompimiento entre culturas, con muchos asientos vacíos y unas ganancias comerciales por los suelos. Con esta experiencia y bajo la lesión de Jerry Reuss, el manager Tommy Lasorda le dio el voto de confianza para ser el abridor del Opening Day de 1981, sin siquiera saber el fenómeno que estaba a punto de explotar.
Fruto de su confianza y su humildad arriba de la lomita con un estilo ‘chicano’ nunca antes visto, inmediatamente, la afición hispanohablante inundó el recinto de Los Ángeles para ver a uno de los suyos. La identidad de un pelotero que veía en los infantes y en los adultos el cómo sí se podía soñar de nuevo; todos siendo parte de la ‘Fernandomanía’.
Con ocho victorias al hilo, incluyendo cinco blanqueadas, así de trascendente fue el primer año de novato para ‘El Toro’, quien ya con 20 años era un ídolo en Estados Unidos, pues su tenacidad lo llevó a domar a sus enemigos con marca de 13-7 para ser nombrado como el Novato del Año y Cy Young en la misma temporada; algo nunca antes visto hasta ahora.
Pero como aún faltaba la cereza en el pastel, los Dodgers se midieron en la Serie Mundial a un viejo conocido: los New York Yankees, que venían de una ventaja de 2-0 apagando poco a poco la vela de San Fernando. Sin embargo, como la llama no se esfumó en su totalidad, esa pequeña chispa de Valenzuela fue suficiente en el juego 3 para que le diera el ímpetu a su equipo para remontar y coronarse como los campeones de las Grandes Ligas.
El éxito de Fernando Valenzuela no era una casualidad, su mirada al cielo cada vez que saltaba a la batalla dio muestra de que el mexicano estaba siendo tocado por los dioses de la pelota, reservando su lugar en la élite. Para 1990, estas mismas deidades lo escucharon al bromear sobre un posible No-Hitter, así lo confesó en el documental de 30 for 30: Fernando-Nation.
“Entre broma y broma, la verdad se asoma”, el azteca dio cátedra del significado de esta frase y le propinó a los Saint Louis Cardinals un 6-0 para hacerse de esta hazaña, en lo que sería uno de sus últimos grandes momentos con la playera de los Dodgers.
Ahora, el legado del seis veces ‘All-Star’ quedará idolatrado de por vida. Uno de los rostros de la organización que se volvió en la imagen de millones de soñadores que verán en ese número 34, un luchador que jamás se dejó guiar por los prejuicios.