Aquel toro indomable que cada vez que veía al cielo, su brazo izquierdo era glorificado con el lanzamiento más impredecible de las Grandes Ligas, el ‘screwball’; su nombre: Fernando Valenzuela, quien ha alcanzado la luz de la inmortalidad tras anunciarse su lamentable fallecimiento.
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El llamado ‘Toro’, quien nació el 1 de noviembre de 1960, en Etchohuaquila, municipio de Navojoa, Sonora, México, se convirtió en una de las leyendas hispanas en la historia del deporte luego de ser firmado por Los Ángeles Dodgers en julio del 1979. Un año después debutó a finales de campaña en las Mayores y dejó una grata impresión al conseguir marca de 2-0 y un rescate en 10 partidos abriendo paso a la gran ‘Fernandomanía’.
A pesar de no estar incluido en el Salón de la Fama, se ganó el honor de la inmortalidad más codiciado: el cedido por la gente y la afición, tanto que el ayuntamiento de Los Ángeles declaró el 11 de agosto como ‘Día de Fernando Valenzuela’, en señal de admiración y respeto.
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‘Fernandomanía’: una luz de esperanza para los hispanohablantes
Y es que no podemos quitar el dedo del renglón sobre el momento tan hostil que se suscitaba dentro de territorio norteamericano, desde la demolición de la comunidad mexico-americana en Chávez Ravine para la construcción del Dodger Stadium hasta el fenómeno migratorio en el que miles de hispanos fueron relegados del país; un enorme llamado de esperanza de los latinos que no tenían un referente en quien volver a apostar por la fe.
Con ello, llegó Fernando Valenzuela al montículo angelino apenas con 19 años debutaba contra los Braves como lanzador de unos Dodgers que padecían este rompimiento entre culturas, con muchos asientos vacíos y unas ganancias comerciales por los suelos. Con esta experiencia y bajo la lesión de Jerry Reuss, el manager Tommy Lasorda le dio el voto de confianza para ser el abridor del Opening Day de 1981, sin siquiera saber el fenómeno que estaba a punto de explotar.
Fruto de su confianza y su humildad arriba de la lomita con un estilo ‘chicano’ nunca antes visto, inmediatamente, la afición hispanohablante inundó el recinto de Los Ángeles para ver a uno de los suyos. La identidad de un pelotero que veía en los infantes y en los adultos el cómo sí se podía soñar de nuevo; todos siendo parte de la ‘Fernandomanía’.
Con ocho victorias al hilo, incluyendo cinco blanqueadas, así de trascendente fue el primer año de novato para ‘El Toro’, quien ya con 20 años era un ídolo en Estados Unidos, pues su tenacidad lo llevó a domar a sus enemigos con marca de 13-7 para ser nombrado como el Novato del Año y Cy Young en la misma temporada; algo nunca antes visto hasta ahora.
Fernandomanía por siempre. Fernandomania forever. pic.twitter.com/zXhOF8cRCP
— Los Angeles Dodgers (@Dodgers) October 23, 2024
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Pero como aún faltaba la cereza en el pastel, los Dodgers se midieron en la Serie Mundial a un viejo conocido: los New York Yankees, que venían de una ventaja de 2-0 apagando poco a poco la vela de San Fernando. Sin embargo, como la llama no se esfumó en su totalidad, esa pequeña chispa de Valenzuela fue suficiente en el juego 3 para que le diera el ímpetu a su equipo para remontar y coronarse como los campeones de las Grandes Ligas.
El éxito de Fernando Valenzuela no era una casualidad, su mirada al cielo cada vez que saltaba a la batalla dio muestra de que el mexicano estaba siendo tocado por los dioses de la pelota, reservando su lugar en la élite. Para 1990, estas mismas deidades lo escucharon al bromear sobre un posible No-Hitter, así lo confesó en el documental de 30 for 30: Fernando-Nation.
“Entre broma y broma, la verdad se asoma”, el azteca dio cátedra del significado de esta frase y le propinó a los Saint Louis Cardinals un 6-0 para hacerse de esta hazaña, en lo que sería uno de sus últimos grandes momentos con la playera de los Dodgers.
Valenzuela consiguió 141 victorias con 116 derrotas en su carrera de 11 años con los Dodgers (1980-1990). Fue nombrado al Juego de Estrellas en seis ocasiones y ganó 20 juegos o más en una temporada (1986).
La era del ‘Toro’ en Los Ángeles llegó a su fin cuando el equipo lo dejó libre luego de un discreto entrenamiento primaveral en 1991. Ahí comenzó un periodo de inestabilidad en su carrera en las que pasó por organizaciones como las de los Detroit Tigers (entrenamiento primaveral), Baltimore Orioles, Philadelphia Phillies, San Diego Padres, St. Louis Cardinals;
Hasta que en 1997, Fernando concluyó su carrera en las Grandes Ligas con marca de 173–153 y 3.54 de ERA, para retornar al béisbol mexicano.
Gracias a su icónico paso por los Dodgers, la organización californiana retiró su mítico número ’34’, junto a los nombres de Pee Wee Reese (1), Tommy Lasorda (2), Duke Snider (4), Gil Hodges (14), Jim Gilliam (19), Don Sutton (20), Walter Alston (24), Sandy Koufax (32), Roy Campanella (39), Jackie Robinson (42) y Don Drysdale (53).
A pesar de no estar incluido en el Salón de la Fama, se ganó el honor de la inmortalidad más codiciado: el cedido por la gente y la afición.
Ahora, el legado del seis veces ‘All-Star’ quedará idolatrado de por vida. Uno de los rostros de la organización que se volvió en la imagen de millones de soñadores que verán en ese número 34, un luchador que jamás se dejó guiar por los prejuicios.
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