Este artículo se publicó originalmente en febrero de 2022 como parte de un proyecto para celebrar el legado y valiosa aportación de los deportistas afro latinos con motivo del Mes de la Historia Afroamericana. Hoy, lo volvemos a publicar siguiendo el mismo propósito.
Han pasado 49 años desde la muerte del expelotero Roberto Clemente, pero todavía el recuerdo del legendario jardinero de los Pittsburgh Pirates vive alrededor del mundo.
Vive en cada escuela y parque que lleva su nombre, en las estatuas que han sido erguidas en su honor, y en cada deportista, equipo o persona que ha emulado al ídolo puertorriqueño al ayudar al prójimo en necesidad.
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Clemente es sin duda alguna una de las leyendas de las Grandes Ligas, pero no es sólo por sus hazañas dentro del terreno sino por su legado humanitario y lucha constante por la igualdad en el béisbol y la sociedad para los latinos y los afroamericanos.
“No creo en el color. Creo en las personas”, dijo Clemente en 1972. “Siempre respeto a todos, y gracias a Dios, mi madre y mi padre me enseñaron a nunca odiar, a nunca disgustar a alguien por su color. Ni siquiera sabía sobre (el racismo) cuando llegué (a los Estados Unidos)”.
Clemente, quien nació el 18 de agosto del 1934 en Carolina, Puerto Rico, inició su carrera en el béisbol invernal en su tierra con los Cangrejeros de Santurce en el 1952, y dos años después los Brooklyn Dodgers lo firmaron para su equipo de Triple A, los Montreal Royals, por $5,000 y una bonificación de $10,000.
Los Dodgers esperaban que el jardinero pasara desapercibido en las ligas menores ya que tenía que ser expuesto en el sorteo Regla 5 del próximo año debido a la cantidad de su bonificación y el hecho de no ser incluído en el roster de Grandes Ligas.
A pesar que le dieron poco tiempo de juego (.257 con dos jonrones y 12 carreras impulsadas en 148 turnos) para “esconderlo”, los Pirates, que habían visto su talento cuando fueron a observar al lanzador Joe Black, lo eligieron con la primera selección. Así fue que Roberto Clemente se les escapó a Brooklyn y comenzó una de las ilustres carreras en las Mayores.
En los primeros años con los Pirates, Clemente tuvo que lidiar con lesiones, el racismo que imperaba en esa época en los Estados Unidos y la barrera del idioma, pero en el 1960 comenzó a dejar su huella en el terreno de juego cuando ayudó a su equipo a derrotar a los New York Yankees en la Serie Mundial.
Desde ahí en adelante, Clemente se convirtió en una superestrella del diamante y uno de los jugadores más completos que podía derrotarte con su bate, su guante, su brazo y las piernas. También fue muy vocal cuando de la igualdad se trataba.
“Mi gran satisfacción proviene de ayudar a borrar opiniones gastadas acerca de los latinoamericanos y los afroamericanos”, dijo en una ocasión. “No existe nada malo en nuestros hogares y país que un poco más de compasión, cuidado y amor no puedan curar. Somos todos hermanos y hermanas y debemos ayudarnos mutuamente cuando es necesario”.
El boricua fue el segundo latinoamericano en ganar el Premio de Jugador Más Valioso (1966) y el primero en obtener el Más Valioso en la Serie Mundial (1971). En general, ganó cuatro campeonatos de bateo con promedios de .351 (1961), .339 (1964), .329 (1965) y .357 (1967), 12 Guantes de Oro -todos consecutivos desde 1961 al 1972-, y fue seleccionado a 12 Juegos de Estrellas.
“Roberto Clemente fue mi amigo, un ser humano inigualable y un jugador único. Cuando jugaba yo era un fanático más de él. Era único”, indicó el extoletero cubano Tany Pérez al describir a Clemente.
El punto culminante de su carrera llegó en 1971 al obtener el MVP de la Serie Mundial cuando los Pirates derrotaron a los los Baltimore Orioles en siete encuentros. Clemente bateó .414 con dos jonrones y cuatro impulsadas, y realizó varias jugadas defensivas en el Clásico de Otoño, y finalmente recibió el reconocimiento nacional que lo eludió por mucho tiempo.
Luego, el 30 se septiembre del 1972, coronó su brillante carrera al convertirse en apenas el 11mo. pelotero en la historia en alcanzar los 3,000 hits cuando pegó un imparable contra el zurdo de los Mets, Jon Matlack, en lo que sería su último turno en la campaña regular.
La trágica muerte de Clemente
Tres meses después, el 31 de diciembre, el mundo del béisbol y Puerto Rico quedó estremecido cuando horas antes darle la bienvenida al Año Nuevo, se difundió la noticia de que Clemente falleció en un trágico accidente aéreo. Tenía 38 años.
El astro de los Pirates llevaba días recaudando ayuda para Nicaragua, que fue devastado por un terremoto el 23 de diciembre. Roberto Clemente decidió viajar al país centroamericano para entregar personalmente la ayuda luego de conocer que cargamentos anteriores fueron desviados por autoridades gubernamentales y no estaban llegando a los más necesitados.
El avión DC-7 en que viajó junto a otras cuatro personas tenía un historial de problemas mecánicos y, según informes, llevaba un sobrepeso de 4,200 libras al estrellarse momentos después de despegar desde el aeropuerto en Carolina, Puerto Rico.
La próxima temporada los Pirates retiraron su número 21 y las Grandes Ligas rebautizó con su nombre el “Premio del Comisionado” que se otorga anualmente al jugador que “mejor ejemplifica el juego del béisbol, el espíritu deportivo, la participación comunitaria y la contribución del individuo a su equipo”.
También fue elegido al Salón de la Fama del Béisbol en 1973 mediante una votación especial siendo el único jugador junto a Lou Gehrig en ser elegido antes del tradicional periodo de espera de cinco años.
“Era grande como jugador, grande como líder, muy humanitario en las causas a favor del prójimo, grande como inspiración para la juventud y para todos los involucrados en el béisbol y en cualquier deporte…”, indicó Bowie Kuhn, el entonces comisionado de las Grandes ligas durante la exaltación de Clemente al Nicho de los Inmortales.
Y ahora todos los años las Grandes Ligas celebra “Roberto Clemente Day” para así honrar al astro puertorriqueño.
“Si llegó lejos en el béisbol, llegó aún más lejos como ser humano…”, dijo Edwin Rodríguez, el primer boricua en dirigir en las Mayores con los Florida Marlins (2010-2011) y dos veces manager de la novena boricua en el Clásico Mundial de Béisbol, a Unanimo Deportes.
“El estar el Salón de la Fama es lo máximo a que puede aspirar un atleta que practica esta disciplina, pero su capacidad y personalidad… como ser humano hace tiempo que pasó al atleta. Va más allá del deporte, que el béisbol. Trasciende esa barrera, como ser humano definitivamente eso es lo que significa Roberto Clemente”, agregó.