500 veces Suárez, “Lusito goleó a la adversidad”

Fácil escribir la cifra desde el teclado, un poco más difícil es hacerlo con el botín, pero se multiplica por mil la dificultad si tomamos como referencia el punto de partida.

Iban 54 minutos de partido ante el modesto Alavés, el gol no llegaba y el Equipo de Simeone comenzaba a dejar dos puntos importantes por el camino. Ya se sentían los pasos del Real Madrid que había ganado gracias al bueno de Karim, el centro de Trippier salió de la derecha, Luisito apareció como un fantasma en la zona ciega de la defensa y se metió de cabeza en la historia en el selecto grupo de aquellos implacables artilleros que han marcado 500 goles en primera división.

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Una vez más en situaciones especiales y después de cambiar de casa sin desearlo, pero buscando nuevamente, sin saber que lo hallaría, un futuro mejor, aceptando los designios y los desafíos del destino y de nuevo, ganó.

La primera partida fue cuando todavía no comenzaba la escuela, se fue de su Salto natal junto a su madre y seis hermanos para vivir en la capital uruguaya, después de una mañana en la que se levantó y papá ya no estaba.

Montevideo lo recibió sin su calor habitual y el frío lo abrazó en las calles en los días que hubo que acompañar al abuelo a cuidar coches para completar lo que traía a casa mamá, hecho que hasta estos días lo hacer sentir tan orgulloso como sus goles, “en mi casa nunca faltó un plato de comida ni en los momentos más difíciles”, la vida le demostraría, que como premio de su temprana pero eterna hombría, tampoco nunca le faltaría el gol.

Todo ese frío de la indiferencia de la gente y la demostración de que, si una lucha nadie lo vencerá, forjaron su dura personalidad y armado con su “agresividad” y un montón de condiciones técnicas, menos la del gol, llegó a las inferiores de Nacional a muy temprana edad.

Cuando todo parecía encaminarse, también el amor, volvió a sufrir la separación de un ser querido y columna fundamental de su vida, su novia de la adolescencia y actual mujer, Sofía, se marchaba con su familia a vivir a Barcelona y su proyecto de vida parecía derrumbarse otra vez.

El trabajo individual para mejorar la puntería con otro gran ídolo de Nacional y el Inter de Milán, lo llevó a perfeccionar los secretos de la definición, imitando los gestos de mi gran amigo Rubén Sosa, quien se transformó en su doble maestro.

No solo jugaban en la misma posición, sino Rubén tuvo también una infancia muy similar y pudo servirle como ejemplo de cara al gol y a la vida.

Un día, después de haber debutado en primera muy joven, fue a visitar a su novia en Barcelona y le prometió sentado en las escaleras del Camp Nou, “un día jugare aquí y seré grande”.

Después de unos cuantos gritos sagrados en la primera de Nacional, sus goles lo llevaron al Groningen de Holanda a los dieciocho años, en la temporada siguiente y a fuerza de sus dianas llegó al Ajax, goleador de la Liga y campeón. Un par de temporadas en el más grande equipo neerlandés, en una carrera tan brillante y veloz como la luz de un meteorito se durmió en Ámsterdam y se despertó en Liverpool y ahí también fue goleador.

El Mundial 2010, cuarto lugar, después de anotar como es su costumbre y hasta hacer de golero “bis” en el recordado partido ante Ghana el día que el Loco Abreu picó el penal. Campeón de América y goleador en la Copa que se ganó en Argentina, eliminando al local en semis, aquí aceleramos la máquina del tiempo llegando a Brasil 2014.

Ahí estuvimos y lo vimos celebrar ante Inglaterra, cosa que levantó mucho rencor en su país de residencia, aprovecharon el incidente con Chiellini y lo cocinaron. No les importó a los jueces de pantalón tan largo como sus “corrupciones” el porqué de sus rebeldías y la puerta se comenzó a cerrar después de la exagerada suspensión de FIFA.

Pero ahí se le apareció la virgen otra vez, Santa Eulalia y la Santa Cruz le concedieron el milagro con el que había soñado, jugar en el Barcelona y reunirse definitivamente con su amor, no sin antes haber ganado en el 2013-14 el botín de oro de Europa que certificaba, que, en ese periodo, en el viejo continente, nadie había marcado más goles que él.

Goleador empedernido, socio inseparable del Rey de Barcelona, ganaron y repitieron mil veces abrazados la celebración del gol, con coronas en Liga y Champions fueron e hicieron felices a mucha gente, hasta que un día, a un ser despreciable como Bartomeu, se le ocurrió que la mejor manera de lastimar a Messi era sacándole de su vida a un hermano que la cancha le regaló.

Otra vez volver a empezar, el Cholo Simeone, hombre de personalidad si los hay, dijo, “yo lo quiero”, triste partida de terruño catalán, para recalar como nuevo y solitario inquilino del Wanda Metropolitano, debut con goles, arrancó otra vez la maquina letal del pistolero y no quiere parar, puso al Atlético en la cima de la Liga y lo sostiene heroicamente ahí a fuerza de sus anotaciones, tan importantes por cantidad, como por vitales para conseguir la victoria, cuando parece que hasta ahí llegó el Atlético.

El último de ellos, hasta ahora, fue el de este fin de semana pasado ante el Alavés, este era diferente a todos, era el que lo catapultaba a rebasar el umbral de mortal para pasar a ser leyenda, el grito al viento y el beso a la distancia a sus tres amores, pusieron la firma a un gol, que no era uno más, simple y sencillamente porque este se escribía diferente, 500 veces Suarez, el salteño que con goles les ganó a todos, también a la adversidad.