Sir Alex Ferguson, o el “verdadero special one”
Hay una gran diferencia entre un buen entrenador, alguien que sea ordenado y que trabaje notablemente en el campo, a un gran estratega, un ser capaz de no solo armar la figura táctica adecuada, sino lo más importante, leer el rumbo del juego, cambiar sobre la marcha, dar un golpe de timón y conseguir el jaque mate del rival.
Es muy difícil, casi imposible, encontrar alguien que esgrima estas dos cualidades y además sume liderazgo, un conductor por convencimiento, a través de una gran personalidad, sin perder la pisca de humanidad necesaria para entender las necesidades futbolísticas y espirituales del jugador.
El tiempo nos va cambiando el concepto de la verdad, no solo en el fútbol sino en algo “menos importante”, la vida cotidiana.
Llegamos a los 40 y tenemos la tendencia de ver la perfección en lo que se fue, antes de esa bellísima edad, estamos ciegamente convencidos que todo lo nuevo que aparece, sea en métodos de entrenamiento, táctica, moda o tecnología son el verdadero y único camino para llegar la gloria.
Los pocos seres superiores que nos rodean en la vida o en la cancha, son los únicos capaces de percibir el punto de encuentro entre las dos verdades.
Partimos desde lo futbolístico, y en esto también cabe agregar los conceptos de la moda, para darnos cuenta de que las formaciones tácticas son como los históricos pantalones de jean, ambos han cambiado en el mismo rumbo a lo largo del tiempo, más cortos, más largos, más apretados, mas anchos, han variado dentro de esas coordenadas, pero cumpliendo siempre la misma función, la comodidad propia sin dejar de lucir bien.
Así son las tácticas, Tres defensores en el fondo con dos laterales volantes a la altura de la contención al inicio de los tiempos, línea de cuatro más adelante, tres delanteros, dos puntas, uno y un media punta, nueve falso y tantas otras formaciones más.
Desde la intención de juego, en la prehistoria se apostó por la posesión a través de una técnica depurada, después juego directo abriendo la cancha para acabar buscando a un 9 de referencia, con el aprovechamiento y la explotación de ganar la segunda pelota, magistralmente ejecutadas por los italianos y los uruguayos como nadie en el mundo, para volver al monopolio productivo del balón, de la mano del mejor y naturalmente rico Brasil, o el “talento aprendido” a través de los métodos de fundamentación y la gran preparación física, de los holandeses y alemanes.
Todas esas valencias y cambios en las mismas, podrían estar incorporados de acuerdo a los atributos de sus hombres y las dificultades que presentara el rival, solamente en un una sola, una única persona, Sir Alex Ferguson.
Este genio que dirigió al Manchester United por más de dos décadas ganando todas las veces que quiso la Premier, además de conquistar a Europa un par de veces, después de no haber ganado nada en el arranque de su largo periplo por el “verdaderamente histórico Manchester”.
Como cuenta el mismo en un libro genial llamado, “Así he dirigido mi vida”: “A los 24 años ya era entrenador. En el verano me formaba en Inglaterra o Escocia. Hablaba de fútbol noche y día. Compartía habitación con Jim Malean, técnico escocés, y hablábamos todo el tiempo del juego. Terminábamos las clases y después de cenar nos íbamos a un bar donde seguíamos hablando de fútbol”.
Dice la leyenda que durante una noche de invierno en el estadio del St. Mirren, el club que dirigió entre 1974 y 1978: “Llovía a cántaros, los focos iluminaban el campo y allí estaba él, sobre el terreno de juego, trabajando con treinta muchachos de 14 años”, el entrenador del primer equipo trabajando en la formación de los jugadores del futuro.
Esa pasión nunca la perdió, porque casi treinta años más tarde explotó de ira y le aventó un zapato en la cabeza, a quien consideraba un hijo futbolístico, llamado David Beckham, solo porque a este, se le había subido la fama a la azotea y no le prestaba atención.
Pero por sobre todas las cosas supo reinventarse tácticamente, su ya famoso arbolito de navidad, 4-3-2-1, fue variado cuando se hizo necesario para alcanzar la gloria a un 5-4-1, para desarrollar un verdadero catenaccio, como cuando elimina al Barça en semifinal, camino a su última Copa de Campeones de Europa.
Amigo de sus amigos, tanto como para tomarse una copa de vino con Mourinho después de cada partido que los enfrentaba, o para ir a buscar al propio Mou y pedirle que lo sucediera, se identificaba más con el portugués que con Guardiola, era tan versátil como para haber pregonado antes que Pep, que la posesión bien utilizada del balón, lo llevaría con más facilidad, a generar situaciones que lo arrimaban al gol, pero también capaz de emplear el juego directo como forma de saltar los muros que encontraba en zona media, de parte de sus rivales en tiempos de gloria.
Por todas estas cosas, por lo menos de aquellos entrenadores que han pasado por mis ojos, este escoces es el más completo.
Para sellar su filosofía inquebrantable de la forma de encontrar el camino que lo llevara a la gloria, dejó otro de sus más geniales pensamientos sobre el fútbol de hoy:
“Mentalmente, los jugadores ya no son tan fuertes. Se criaron en un entorno fácil, no es la clase obrera que yo conocía. Hay que adaptarse, organizar estos egos, estas personalidades y motivar a quienes lo tienen todo. Esta parte del trabajo es esencial. Al mismo tiempo, no se puede ganar un partido sin una visión táctica precisa”.
Tan fanático de la posesión como Cruyff o Guardiola, mas empedernidamente táctico que Mourinho, mas disciplinado y paternal que el Maestro Tabarez, por eso para mí, este Lord condecorado por la mismisima Reina Isabel, The Boss, ese que este 31 de diciembre cumplió 78 años, es el verdadero “Special one”.