Poco a nada se recuerda de su papel como seleccionado olímpico en Múnich 1972 y en su ficha técnica solo se menciona que jugó en seis clubes de la Primera División, donde disputó 235 partidos en los que contabilizó 61 goles. No obstante, durante su etapa como futbolista se le llegó a considerar como el más completo de México incluso por encima de Tomás Boy, y hasta de Hugo Sánchez.
El único detalle que ensombreció la carrera de Manuel Manzo fue que su alcoholismo e indisciplina lo convirtieron en un huésped distinguido de su “infierno” como él mismo lo ha reconocido a lo largo de los años.
Huérfano desde los seis años y viviendo en precarias condiciones, Manzo se refugió en el fútbol llanero como su única alegría en la vida, pero la fortuna le tenía reservada una gran sorpresa, pues al participar en una edición del Torneo de los Barrios fue descubierto por un cazador de talentos quien le abrió la puerta para llegar a la Primera División.
Siendo un adolescente todavía, su habilidad para llevar el balón pegado al pie, así como sus recursos para marcar goles con ambas piernas y a través de remates con la cabeza, le permitieron debutar con el Atlético Español en 1971, de tal suerte que en cuestión de meses también logró representar a México en los Juegos Olímpicos de Múnich.
Además, logró el sueño que muchos de sus contemporáneos anhelaban, jugar en las Chivas del Guadalajara para después ser Campeón con los Pumas de la UNAM en la temporada 1981 y cerrar su ciclo como futbolista tras pasar por los clubes Tigres UANL, Coyotes Neza y Atlante. En resumidas cuentas, forjando una carrera de 16 años en el máximo circuito del balompié azteca.
Para quienes lo vieron jugar, Manuel Manzo era un fuera de serie en la cancha y pese a que casi no entrenaba durante la semana habitualmente lograba destacar en los partidos.
“Tuve un problema de alcohol y aun así me alcanzaba para ganarle a todos en la semana. Los días de partido me pedían los entrenadores que hiciera los goles y eso me servía después para irme a tomar tranquilo. No entrenaba, pero les sacaba los partidos adelante”, rememora constantemente en las entrevistas que concede el ex futbolista quien actualmente tiene 68 años.
Previo a la Copa del Mundo de México en 1986, Manzo recibió un duro golpe en su carrera ya que, debido a su indisciplina fuera de la cancha, fue marginado de la selección nacional y con ello vio truncada su ilusión.
Conforme pasaron los años, el inmaduro futbolista terminó por centrar sus pensamientos y se alejó del alcohol para convertirse en director técnico formando a jóvenes talentos con la firme convicción de mantenerlos alejados de los vicios.
Su duro aprendizaje en la vida despertó el interés de Manzo por compartir muchas de sus vivencias en el libro “Infierno y Gloria de un futbolista, la vida de Manuel Manzo”.
En un pasaje de dicha obra —escrita por el periodista José Manuel Flores— se describe cómo en 1979, durante una de sus borracheras, Manzo se echó un clavado en una piscina sin percatarse que se encontraba sin agua, de tal manera que se golpeó la cabeza y casi queda paralítico. Para su fortuna, dos años más tarde jugando al lado de Hugo Sánchez conquistó el cuarto título de Liga en la historia de los Pumas.
Alejado del fútbol, ocasionalmente participa en eventos donde comparte su mensaje de superación personal a través del deporte.
