Sudáfrica ganó su cuarto título mundial de rugby en una final intensa ante una valiente Nueva Zelanda, que jugó gran parte del partido con un jugador menos y estuvo cerca de la victoria si hubiera tenido más precisión en los tiros a los postes.
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En un enfrentamiento marcado por la presión y la táctica, Sudáfrica tomó la delantera temprano con una tarjeta amarilla para el neozelandés Frizell en el minuto 3, seguida de un gol de castigo convertido por Handré Pollard. A pesar de los esfuerzos de Nueva Zelanda, Sudáfrica mantuvo su ventaja, aprovechando su sólida defensa y los errores de los All Blacks.
La situación se complicó para Nueva Zelanda con la expulsión del capitán Sam Cane en el minuto 27, dejando a su equipo con un jugador menos. A pesar de los intentos de los neozelandeses por remontar, Sudáfrica logró mantener su ventaja con la precisión de Pollard en los tiros a los postes.
Nueva Zelanda mostró determinación y creatividad en el segundo tiempo, aprovechando la igualdad numérica tras la amarilla al capitán sudafricano Siya Kolisi. A pesar de marcar un intento a través de Beauden Barrett, los All Blacks no lograron la transformación, dejándolos un punto por debajo en el marcador.
En los últimos minutos del partido, con un solo punto de ventaja para Sudáfrica y ambos equipos con igual número de jugadores en el campo, Nueva Zelanda presionó con fuerza en busca de la victoria. Sin embargo, Sudáfrica resistió la embestida final de los All Blacks y logró asegurar su cuarta copa Webb Ellis.
Los errores en los tiros a los postes resultaron costosos para Nueva Zelanda, que tendrá que lamentar estas oportunidades perdidas durante mucho tiempo. Por otro lado, Sudáfrica se coronó campeón mundial nuevamente, demostrando su fortaleza y determinación en el campo de juego.