La toma de malas decisiones pueden llevarte a un callejón sin salida, sin embargo, de alguna u otra manera, resurge una fortaleza que ni el mismo individuo era capaz de imaginar.
Josh Hamilton que lo tenía todo para ser uno de los mejores en La Gran Carpa. Por eso, los Tampa Rays lo convirtieron en la primera selección del Draft de 1999, pero las lesiones y la adicción a las drogas y el alcohol descarrilaron su ascenso al punto que en el 2004 el oriundo de Carolina del Norte fue suspendido y alejado de toda actividad dentro del diamante hasta junio de 2006.
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Durante ese periodo alejado del béisbol organizado, Hamilton tuvo problemas con la ley y fracasó en varios intentos por rehabiltarse, pero no fue hasta enero del 2006 cuando comenzó a enderezar su rumbo al comenzar a trabajar en Silver’s Academy, una escuela fundada por el expelotero Roy Silver, donde pudo entrenar y a su vez ayudar en los quehaceres en la institución.
Hamilton recibió el visto bueno de parte de las Grandes Ligas para volver a las ligas menores en junio del 2006 en la filial de los Rays, Hudson Valley, con los cuales jugó bateó .260 en 15 encuentros.
Antes de la campaña 2007, Hamilton fue seleccionado por los Chicago Cubs en el Draft 5 y cambiado inmediatamente a los Cincinnati Reds, y así con 26 años llegó la oportunidad de cumplir su sueño de pisar el diamante de las Grandes Ligas.
Hamilton tuvo un paso fugaz por la novena de Ohio donde dejó buenas sensaciones al batear para .292 con 19 cuadrangulares y 47 impulsadas en 90 compromisos, lo que llamó la atención de los Texas Rangers, que se hicieron de sus servicios en la campaña 2008.
El ascenso del pelotero era inminente. En su primer año con los texanos hizo historia dentro del Home Run Derby al volar la cerca del Yankee Stadium en 28 ocasiones en la primera ronda, además terminó el año con promedio de .304 con 32 jonrones y 130 carreras impulsadas, líder de la Liga Americana.
Sin embargo, no todo sería miel sobre hojuelas para Hamilton. Un año más tarde, el ‘infierno’ se volvería a apoderar de él, ya que durante su recuperación en una temporada que recortó su participación por las lesiones, se difundieron unas fotografías que mostraban la recaída del jardinero de los Rangers con el alcohol.
Un momento de reflexión y la confianza de la franquicia puesta sobre Hamilton, rendiría sus frutos inigualablemente para tener un regreso triunfal al diamante.
El 2010 fue la mejor temporada para el jardinero que ganó el título de bateo con promedio de .359 y registró 40 dobles, 32 cuadrangulares y 100 impulsadas. Llevó a los Rangers a su primera Serie Mundial en la historia y fue nombrado el Más Valioso de la Serie de Campeonato y el Jugador Más Valioso de la Liga Americana, además de ser ganador del Bate de Plata.
En sus cinco temporadas con los Rangers, Hamilton fue invitado al Juego de Estrellas y fue uno de los mejores en las Grandes Ligas, y en diciembre del 2012, firmó un acuerdo como agente libre con Los Angeles Angels por cinco años y $125 millones.
Hamilton no pudo repetir el desempeño que tuvo con los Rangers en Los Ángeles en sus primeros dos años, y luego a principios de 2015 fue operado del hombro y durante su recuperación reveló a las Grandes Ligas que sufrió una recaída aunque no fue suspendido.
Meses después fue cambiado a los Rangers y bateó .253 en 50 partidos, pero se perdió la siguiente temporada completa por una operación en la rodilla izquierda y nunca pudo volver a jugar debido a las persistentes molestias.
Lemantablemente, desde su retiro, el toletero ha tenido sus problemas y actualmente enfrenta cargos luego que su hija adolescente lo acusó de golpearla, caso que aún está por ventilarse.
La historia de Hamilton será uno de esos ejemplos de ese talentoso deportista que casi lo pierde todo por decisiones erróneas, pero que aprovecha una segunda oportunidad para enderezar su camino dentro del terreno de juego.