Los monstruos de tres cabezas están a la baja en el mundo del deporte. Pese a que históricamente fuimos testigos y nos deleitamos con tripletes de figuras que rindieron al más alto nivel en disciplinas como el fútbol y el baloncesto entre otras.
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Los últimos ejemplos y expectativas generadas han quedado en veremos o simplemente han decepcionado y nos dejaron no sólo con ganas sino que también reflexionando sobre lo difícil que es poner a andar una maquinaria con tres figuras de primer nivel. Queda claro que el amontonar súper Estrellas no es garantía ni sinónimo de éxito.
El fracaso más sonado de los últimos días lo protagonizó un tridente que pese a que pensábamos nos iba a deleitar, nunca terminó de afianzarse. Messi, Neymar y Mbappé escribieron otro rotundo fracaso del PSG en su objetivo de ganar la Champions, que terminó en un abucheo histórico a Messi y Neymar en el siguiente partido de la liga local.
Pero no sólo en el fútbol, en la NBA no pudimos ver la magia de los tridentes LeBron James, Russell Westbrook y Anthony Davis en los Lakers que van en picada ni de Kevin Durant, Kyrie Irving y James Harden en los Nets, éste último que ya ni siquiera existe porque Harden fue transferido a Philadelphia donde ha pasado a ser el compañero de fórmula de Joel Embiid.
Decepción total para aquello que esperábamos ver arte en la cancha y la duela, y que ratifica la realidad del deporte profesional de hoy. El colectivo prima y el más alto nivel exige ser cada vez más atletas que exponentes de un deporte específico.
A esto le sumamos la guerra de egos y lo complejo que se le hace a cualquier técnico mantener un colectivo eficaz con la presencia de tres super figuras. Para armar un equipo de verdad, primero el funcionamiento, sino no hay monstruos que funcionen.