“Con cocos en la mano”, dijo una vez mi estimado David y “caminando” instituyó Lavolpe como frase célebre, al referirse ambos en ciclos diferentes, a la forma de clasificar a los mundiales de la selección tricolor.
Si usted vive y muere por el Tri le tengo malas noticias, la CONCACAF ya no es tan fácil para la selección azteca y mucho menos para la de las barras y las estrellas.
Estados Unidos es la viva prueba de lo afirmado líneas arriba, el crecimiento del jugador estadounidense nunca se detuvo en los últimos veinte o treinta años, la gran cantidad de talentos que llegaron a Europa para quedarse son la muestra del mismo, pero así y todo “debimos” conformarnos con mirar el último mundial por TV, con entrenador alemán y todo.
Entonces la explicación no va solo por el desarrollo técnico individual de los talentos, sino por el desarrollo colectivo del mejoramiento de las destrezas tácticas y la lectura misma del juego, para así, poder disimular errores y resaltar virtudes.
El éxito de esta ecuación pasa por la capacidad de lograrlo de algunos entrenadores que llegaron a Centroamérica.
Me decía mi “padre metodológico” Hans Losmann, veterano entrenador alemán de juveniles, “nada te enseñaré si es lo que esperas, aprende a leer el juego y el será tu verdadero maestro”.
Ahí fue donde hicieron énfasis varios entrenadores de formación europea, para acortar la distancia entre los gigantes y los antiguos convidados de piedra.
Me podría preguntar usted, más europeos en sus métodos que Klinsmann u Ericksson y yo le diría tal vez no tanto, pero con mayor conocimiento de la idiosincrasia del jugador de estos lares, aquí les va la respuesta con nombres propios.
El santandereano Jorge Luis Pinto, se graduó de Preparador Físico en Colombia, pero a principios de década de los 80′ se marchó a Alemania y se especializó en fútbol en la Escuela Superior del Deporte de dicho país.
Dos ciclos diferentes al frente de Costa Rica y en el último de ellos llevó a los ticos a la hazaña, salió ileso y vencedor en un grupo con tres campeones del mundo y se metió entre los 8 mejores del mundial de Brasil.
Abandonó el equipo después, dejando una cantidad de rumores negativos sobre su mal trato al jugador, pero con la veracidad de haber dejado un alto nivel de enseñanzas.
Reinaldo Rueda, también colombiano y por “rara coincidencia”, egresado de la misma casa de estudios alemana, hizo ahí su post grado después de haber estudiado hasta llegar a dominar el idioma de Ghoete.
En el área de CONCACAF escibio su propia historia, clasificó a Honduras al mundial 2010 de Sudáfrica para cuatro años más tarde hacer lo propio con Ecuador en Brasil 2014.
El Bolillo Gómez llevó a cabo tal vez la máxima hazaña, clasificó a Panamá al último mundial. Siendo un DT colombiano con gran influencia de la escuela Maturana.
Pero la semilla había sido sembrada casi a escondidas, sin quitarle mérito hay que dividirlo, heredó un plantel que caminaba sobre la huella de enseñanza de un estilo de marcado corte europeo, que lideró en el ciclo inmediatamente anterior Julio Delly Valdez, que por meter una “viveza criolla rioplatense” se quedó a minutos de clasificar a Brasil 2014.
También el mexicano Carlos de los Cobos, heredero de la filosofía yugoeslava de Bora Milutinovic, dejó una huella en El Salvador, gracias a la que hoy recoje frutos la mano capacitada del salvadoreño estadounidense Hugo Pérez.
No todo pasa por la “europeización”, pero con conocimiento de causa les puedo decir, que toda esta avalancha de asaltos, momentáneos o duraderos a la igualdad, tienen base en esos métodos y esos hombres. Aquellos que adiestran a sus atletas de forma apropiada, en aras del funcionamiento colectivo, pueden llegar a derrotar a los técnica e individualmente muy superiores, sino denles una mirada a los últimos ganadores de Champions de Europa.
Por todo lo anterior, nombres, hombres y métodos, es que los gigantes de CONCACAF podrán seguir siendo grandes, pero ya será mucho más difícil clasificar a los mundiales caminando y mucho menos con cocos en la mano.
Abrazo de gol
Leo Vega