El golazo ante Escocia de parte externa y por afuera de la barrera en Argentina 78’ inmortalizó Teófilo Cubillas ante los ojos del mundo, pero los míos ya habían quedado impresionados para siempre con su magia ocho años atrás en México 70’.
Una “gallega” tan blanca que se le veían las venas a flor de piel, fue quien me encendió la tele de inmaculada imagen blanca y negra cuando escuchó mis ruegos, “abuela por favor prende la tele que juegan Brasil-Perú”, la mujer con todo el amor que se puede sentir por el nieto mayor obedeció casi sin chistar y me senté a su lado en un banquito de madera que el abuelo me regaló.
Autor, el personaje, ese día “en la casa de mi abuela”, del 3-2 y casi el 3-3 que salva Félix volando sobre su derecha, después Jairzinho se metió con pelota y todo dentro del arco poniéndole el última clavo al ataúd de las ilusiones peruanas y el resultado final fue 4-2 a favor de la Canarinha, marcador que no hizo homenaje a todo lo bien que jugo el equipo de la banda roja sobre el pecho.
Era la hora del Brasil del 70′ que acabaría siendo brillante campeón, pero ahí nacía el recuerdo de uno de los mejores partidos de la historia de los mundiales y uno de los ágiles y hábiles peruanos subiría al altar de los dioses del fútbol.
Figura inconfundible por ese tranco felino, con una particular cadencia que engañaba al defensor más avieso, amagando a veces sin tocar la pelota, o pegarle magistralmente como en el segundo gol de esa maravillosa tarde del Jalisco, sin dejarla caer. Tanta justeza, belleza y magia efectiva reunidas en un solo hombre, provocaron la sentencia de Pelé, “Cubillas será mi heredero como mejor jugador del mundo”.
Brilló más que nadie siendo parte de una constelación de estrellas peruanas única, está entre los más grandes jugadores de la historia de la FIFA, Dios eterno del Alianza Lima, recordado como pocos en el Porto, dejó gran parte de su magia haciendo escuela en el fútbol de Estados Unidos.
Coquito desde aquella lejana tarde tarde en su natal y amado Puente Piedra al norte de Lima, cuando su tía lo llevó a cortarse el pelo, el niño se durmió en la silla y despertó siendo “Coquito”, porque el peluquero lo había pelado sin piedad.
Nene a partir de uno de los primeros viajes a sus dieciséis años al interior de su país a jugar con Alianza Lima, mientras la azafata servía una “inocente” cerveza a varios de los integrantes adultos del plantel, llegó a Cubillas con la oferta, Perico León extendió la mano deteniendo a la amable mujer y dijo enérgicamente así, “no, al nene un vasito de leche por favor”.
No sabía el gran Perico que había bautizado para el mundo al Pelé peruano. Queremos humildemente homenajearlo con una frase del inmortal e inigualable periodista uruguayo Emilio Lafferranderie, el Veco, quien nació en la Banda Oriental, pero decidió vivir hasta el último de sus días en el Perú:
“Oído a la música, Cubillas tiene el balón”…
La abuela Manuela ya no está, pero el banquito y el sagrado recuerdo siguen ahí.
Para jugar más que Cubillas había que ser Pelé.
“Enhorabuena señor fútbol”
Abrazo de gol
Leo Vega