Seis campeonatos de Liga, tres Campeón de Campeones, una “Concachampions” y el logro más importante de todos, Vicecampeón del mundo, después de un partido final memorable ante el “mito” Bayern Múnich, son los títulos que Ricardo Ferretti le deja a los Tigres a la hora del Adiós.
Su paso por el equipo felino no solo ha estado plagado de logros, sino también de críticas a los métodos utilizados para llegar a la gloria.
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Principalmente por parte de los especialistas en fútbol que juegan en el micrófono y sus abdómenes chocan contra la “máquina de escribir”, entre los que me incluyo, esos que descubrieron que ser campeón jugando tan conservadoramente es algo despreciable.
El hincha, o los jóvenes colegas que ven el partido con atención, pero que acaban formando su opinión con la del comentarista de turno, detestan su estilo y han pedido a gritos un hombre con la filosófica propia para un plantel tan rico en ofensiva.
No dejan de tener algo de razón estos “genios” tan liberales que Cruyff y su estilo se avergonzarían de no dejar volar un poco más la impronta individual. Es verdad que el Tuca tiene veces, muchas, que ha dejado principalmente habilidosos en la banca para utilizar “todo terrenos”, basta con recordar a Zelayaran en el pasado, o ver hoy sentadito y juicioso a Leo Fernández, con cara de niño enojado al cual no dejan salir a jugar al potrero cuando llega la noche.
Seguramente nos hubieras divertido mucho más si les hubiera dado campeonatos enteros para que demostraran su capacidad de sumar su talento al esfuerzo de los Carioca, Pizarro o Dueñas, ayudando a multiplicar el volumen de juego global del equipo, pero lo que si estamos obligados a saber, al menos aquellos que gastamos miles de horas buscando especialización táctica, es a reconocer que hay una palabra mágica, que descarta muchas veces esas largas aventuras de ingestas de talento, esa es nada menos que, “equilibrio”.
El Tuca es el Rey del equilibrio defensivo, pero es mucho más que eso, es el Rey de las noches de máximo éxtasis vivido por la hinchada felina y cuando mañana, se den cuenta aquellos que creen que, con la llegada de alguien más arriesgado, quemarán sus palmas de tanto aplaudir los lujos, descubrirán que el olvido es una bolsa llena de recuerdos.
Al pasar los años sin título, cuando aquellos hoy “libres y locos” que cantan con desenfado y casi irracionalidad “fuera Tuca”, esos que lucen orgullosos frondosas melenas, ya sean casi calvos y sobrios padres de familia, tal vez hasta llevando por primera vez a sus nietos a ver al amarillo amor, buscando revivir el pasado más hermoso de sus vidas de fanáticos, descubran que ya no lo encuentran, miraran a la banca y verán que el viejo, cascarrabias y canoso bigotón ya no está.
Esos “pecadores de hoy”, dejaran mañana escapar una lágrima que morderán con rabia cuando le llegue a la boca, tan solo para que el nieto no los vea. Recién ahí se darán cuenta de que estarán pagando el sacrilegio de haber dudado de un sabio que los hizo felices de verdad.
Esto será así hasta el final de los tiempos, porque el espectador, los menos, van a ver espectáculo, pero el fanático, los más, llegan cada domingo al templo en busca de la gloria de ver a su equipo campeón.
Chau Tuca, Adiós aburrimiento, hola tristeza y hasta siempre “Emperador”.
Abrazo de gol
Leo Vega