Valladolid, 3 nov (EFE).- El Real Valladolid acumula ya ocho jornadas sin ganar, lo que supone firmar el peor arranque liguero de su historia, y Sergio González está en la cuerda floja a pesar de que tanto la plantilla como la directiva han cerrado filas sobre él y siguen mostrando su total confianza.
Se podrían hacer muchas valoraciones respecto a este pésimo comienzo, entre otras, la escasa solidez defensiva que, en temporadas anteriores, con el técnico catalán al frente del banquillo, se convirtió en el santo y seña del equipo. La diferencia estriba en los jugadores, que siguen en proceso de adaptación.
Este año no están Salisu -traspasado al Southampton inglés- ni Kiko Olivas -lesionado de larga duración- en el centro de la zaga, y eso se nota, y mucho, en los partidos que ha disputado el cuadro blanquivioleta que, además, no ha podido contar con una pareja estable en esa posición.
Es uno de los principales hándicap, porque los vallisoletanos fraguaban su juego desde esa unidad en la línea defensiva y, puesto que este año es prácticamente inexistente, el resto de las facetas también se ve afectada, ya que apenas llegan balones a los delanteros.
Pero también en este aspecto el Real Valladolid se muestra muy renqueante: Guardiola pasa desapercibido, Weissman aun no ha mostrado la calidad que se le presupone, Marcos André no ha tenido continuidad y el media punta Óscar Plano tampoco termina de hallarse cómodo.
A todo ello se añade el cúmulo de lesiones que se han ido sucediendo durante este tiempo, que preocupan al cuerpo técnico del conjunto presidido por Ronaldo Nazário, porque estas han impedido encontrar esa estabilidad tan necesaria, sobre todo, en la citada parcela defensiva.
Por ejemplo, Janko, quien deberá estar de baja durante tres semanas y que, en su debut ante el Alavés, dejó constancia de su valía en el lateral derecho, desde donde creó peligro, abriendo una clara opción de titularidad en ese puesto que, por ahora, se he visto frenada.
Sergio González, con un ascenso en su haber y dos permanencias, siempre ha sido capaz de hallar un revulsivo y superar los diferentes obstáculos que se le han ido planteando. Esta temporada, parecen más difíciles de sortear, pero es un buen entrenador y sabe cuáles son los errores que se deben corregir.
La incógnita es si será capaz de que los jugadores trasladen, por fin, al terreno de juego, lo que se trabaja en el día a día, y que no se vean afectados mentalmente por la difícil situación del equipo, aunque la plantilla también ha demostrado siempre su capacidad para salir de los atolladeros, con unión y confianza.
¿Existe en esta campaña? Si es así, no se ha podido plasmar en el césped, donde la falta de concentración se ha traducido en errores que, en Primera división, se pagan muy caros. Eso es lo que no se pueden permitir, y que deben atajar cuanto antes, porque la sensación es la de un equipo que ha perdido el rumbo y que está noqueado.
De hecho, desde 1997 no se había vivido un comienzo tan malo y, en esa campaña, se perdieron cinco partidos. En este caso se han acumulado ocho y, si bien es cierto que queda mucho camino aun por recorrer, los resultados mandan, con lo que el próximo compromiso ante el Athletic Club tendrá máxima trascendencia.
Se necesita ese jugador que lidere y motive a sus compañeros. Javi Moyano era el capitán, como en su día lo fue Borja Fernández, y ambos asumieron con solvencia esa tarea en el vestuario. Este año no parece haber esa figura que dé la cara, que impulse a todos, es decir, no se aprecia un liderazgo, tan necesario para mantener la cohesión.
Esta será una semana dura, en la que se hace totalmente imprescindible incidir en la parte mental de la plantilla, en hallar ese resorte que cambie la dinámica. Porque es cierto que en muchos partidos el Real Valladolid no se mereció perder, pero lo que priman son los resultados, y estos deben llegar ya.
Inés Morencia
(c) Agencia EFE