Han pasado 10 días desde que James Harden fue transferido a Brooklyn, Nueva York, como parte de un acuerdo de éxito de taquilla de cuatro equipos que generó ondas de asombro, ira y envidia en toda la NBA.
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En ese periodo, los Nets ganaron tres partidos seguidos, dos de ellos con actuaciones brillantes de “La Barba” y Kevin Durant, pero estoy decepcionado. No porque los Nets cedieron una gran cantidad de activos para cerrar este trato, o porque Brooklyn potencialmente comprometió su eficiencia en el lado defensivo de la cancha.
Estoy insatisfecho porque después de muchos días, Kyrie Irving finalmente reapareció en la cancha con sus nuevos compañeros de equipo el miércoles ante Cleveland y, coincidencia o no, los Nets perdieron.
Solo fueron dos partidos, pero la última explicación de Irving sobre por qué no estuvo presente en la victoria de Brooklyn sobre los Milwaukee Bucks el pasado lunes aumentó mi frustración por no poder hasta entonces presenciar el último “súper equipo” potencial en la cancha.
Ese lunes se informó que Irving estaba “mejorando su acondicionamiento” después de perderse seis juegos consecutivos en ese momento y por esa razón no estaba lo suficientemente listo para jugar. El tiempo nos demostró que los rumores no eran reales y al final apareció el “tridente” ante Cleveland.
No estoy seguro si Irving se ha dado cuenta, pero su nuevo compañero en el “backcourt” (Harden) fácilmente parece que acaba de consumir suficientes hamburguesas con queso para alimentar un salón de clases y aun así está jugando a un nivel de élite. Harden fue tan bueno de hecho, que hizo historia como el primer jugador en registrar un triple-doble de 30 puntos en un debut para un nuevo equipo. La excusa de Irving para no haber jugado antes era tan “suave como el Charmin,” diría el gran Kobe Bryant. Quizá por ello apareció ante los Cavaliers.
La situación se vuelve más desconcertante porque el estado de Irving contra los Cavaliers terminó por ser notable hasta el segundo tiempo extra más allá del resultado. Eventualmente, Durant, Harden e Irving seguirán subiendo al escenario juntos, pero es apropiado preguntar si los tres podrán estar en la misma página dentro de la cancha o si surgirán desencuentros.
A Harden e Irving les encanta tener el balón en sus manos durante largos períodos de tiempo, pero para que este trío prospere, ambos deben sacrificar algunos de sus toques y comprometerse por completo a ser jugadores de baloncesto de dos vías.
Desde mi punto de vista, es razonable sugerir que Harden e Irving no sucumban a los viejos hábitos como “egoístas” del balón, lo que significa que habitualmente corren demasiado tiempo fuera del reloj de lanzamiento botando el balón de forma aislada. Con menos oportunidades para iniciar la ofensiva con el balón en sus manos, ambos deberían tener más energía para establecer pantallas para sus compañeros de equipo y proteger eficazmente su enfrentamiento perimetral y cambiar la narrativa sobre sí mismos como defensores débiles.
El juego ante Cleveland nos dejó ese dato como evidencia y un eléctrico rival como Collin Sexton en la parte final del juego los arrolló y les ganó el partido. Al final Harden e Irving deben permitirse el sacrificio porque ninguno de ellos es Batman. Brooklyn es la Ciudad Gótica que le pertenece a Kevin Durant.