El Centro Mundial de la Velocidad. Quizás esas palabras -escritas, así, en mayúsculas-, sean las que mejor describan lo que es el Daytona Speedway. Un sitio que produce emociones difíciles de describir con palabras y que siempre -¡siempre!- acelera el corazón, produce piel de gallina y arranca más de un “wooow”, cuando uno asiste a unas 24 Horas de Daytona.
Si bien esta prueba ha cambiado a través de los años, la esencia es la misma: una carrera de resistencia, que pone a prueba máquinas y pilotos, en una pista de 3.56 millas (5.73 km), en la que participan equipos oficiales y privados de diferentes marcas. Es una carrera que abre el calendario del campeonato IMSA -carreras de resistencia en Norteamérica- y en la que participan corredores tanto de ese campeonato, como de las más diversas categorías del automovilismo mundial, incluyendo Fórmula 1, IndyCar y NASCAR, entre otras.
Había una vez…
Desde sus inicios, la pista en Daytona fue territorio para carreras de larga duración. Poco después de abrir sus puertas, en 1959, se disputó una competencia de 6 horas/1.000 kilómetros, que usó el circuito interno (3,81 millas) y que fue ganada por el Porsche conducido por el Conde Antonio von Dory -de origen húngaro y radicado en Argentina- y por el piloto argentino, Roberto Mieres.
Pocos años más tarde, en 1962, se llevó a cabo una carrera de tres horas conocida como la Daytona Continental, válida para el Campeonato Internacional de GT avalado por la Federación Internacional de Automovilismo (FIA). La carrera fue ganada por el estadounidense, Dan Gurney, al mando de un Lotus 19 y es considerada como la predecesora directa de las famosas 24 Horas de Daytona.
En 1964 la carrera pasó a correrse sobre una distancia de 2.000 kilómetros, para posicionarse un “escalón” más arriba de los clásicos Nürburgring, Spa y Monza, que presentaban eventos de 1.000 kilómetros y eran las joyas de la corona del mundo de la resistencia, justo por debajo de las famosísimas 24 horas de Le Mans.
A partir de 1966, y gracias al creciente interés de manufactureros y pilotos por carreras de larga distancia, convirtieron esas seis horas de Daytona, en 24.
24 horas con sabor propio
A diferencia de la prueba en Le Mans, las 24 horas de Daytona se llevan a cabo en una pista cerrada -sin utilizar vías publicas cerradas para la carrera- y se aprovecha el peralte del óvalo en el que compite la Serie NASCAR, lo que le agrega un desafío adicional. Otro aspecto que la diferencia con Le Mans es la época del año en la que se realiza. Mientras la carrera francesa se disputa en el verano -junio-, cuando la porción “a oscuras” es más corta, la de Daytona se efectúa en invierno, con mayor número de horas de competencia sin luz natural o artificial (solo un 20% de la pista, en la zona interna, cuenta con iluminación por la noche).
Otro factor que suma interés a las 24 horas de Daytona es que se corre en enero, una fecha en la que la mayoría de los campeonatos de automovilismo del mundo no han arrancado. Esto permite que confluyan en la pista, pilotos -y campeones- de diversas categorías y nacionalidades.
La huella latina
No ha habido década en la que no se hayan gestado momentos épicos en las 24 Horas de Daytona. Sin embargo, es posible que uno de los momentos más memorables de este gran evento haya sido el protagonizado por el mexicano, Pedro Rodríguez.
Era 1970. La lista de inscritos era impresionante. Había nombres como Mario Andretti, Jacky Ickx, Jo Siffert, Dan Gurney, Jack Brabham… Sin embargo, al término del fin de semana, el nombre que todos mencionaban era el de Rodríguez.
Rodríguez ya conocía la pista. Había ganado allí carreras de tres horas de duración, en 1963 y 1964. Pero lo que hizo al volante del Golf Porsche 917K que compartía con Leo Kimmunen y Brian Redman, aun es recordado. Apenas habían transcurrido poco más de dos horas de competencia cuando Rodríguez tomó la punta de la carrera y desapareció en la distancia. Su ritmo era tal que comenzó a restar vueltas a sus rivales, incluidos sus compañeros de escudería. Al término de las 24 Horas de Daytona, su auto cruzó la meta en primer lugar, con 45 vueltas de ventaja sobre el segundo clasificado, el otro Porsche 917 conducido por Redman y Siffert.
Otros latinos que han dejado huella gracias a sus múltiples triunfos en las 24 Horas de Daytona son el colombiano Juan Pablo Montoya (2007, 2008, 2013), el mexicano, Memo Rojas (2008, 2011, 2013) y el brasilero, Christian Fittipaldi (2004, 2014, 2018).
No hay año en el que las 24 Horas de Daytona no sumen historias a su leyenda. Este, sin duda, ¡no será la excepción!