El Diez es ese jugador que hace realidad el personaje que soñó ser el hincha, ese que se despierta una noche ovacionado en medio del estadio que un día miró por la tele. Es este tipo que juega de grande con el mismo desenfado que lo hacía en el potrero, el Batman del nueve cuando el Guasón del Stopper, desamarrarlo de la marca del villano, llevárselos a todos y terminar magistralmente definiendo para salvar a Ciudad Gótica.
Hay muchos que visten la camisa número diez, pero pocos en la historia del fútbol mundial le sacaron el brillo a ese número de oro que llevan en la espalda, aun cuando visten de particular.
DALE CLICK PARA VER ▶️ El emocionante video de Pelé, Maradona y los mejores 10 de la historia
Técnicamente no puede ser solamente un pasador excepcional que le entrega a domicilio a sus delanteros la invitación al gol, debe ser capaz también, de limpiar el segundo tercio de la cancha cual, como si fuera un campo minado, pisando con arte, sutileza y sigilo justo el pedacito de pasto donde el defensor no llega para explotar la bomba de la brusquedad.
Debe poder cambiar de ritmo en el último tercio cuando los demás están marcados, tomar la bandera de la victoria, pasar entre rivales como si fuera invisible e intocable, para volver a aparecer en la retina de sus cancerberos con los brazos levantados de cara a la tribuna celebrando el definitorio gol.
Por supuesto Pelé tiene el número uno de los números diez, desde su magia prematura a los dieciocho años, cuando se metió, todavía en blanco y negro, en la historia de los mundiales en Suecia para sacar a Brasil de esa vergüenza que cargaba durante ocho años por el Maracanazo, ese que levantó la pelota sólo lo necesario por encima de un defensor para inmediatamente dormirla en el colchón de su pecho y mandarla al fondo de la red en un gol inolvidable.
Diez fue Maradona, que llegó de otro planeta, según Víctor Hugo, para anotar el mejor gol de los mundiales con el pie de Dios.
Diez fueron Ronaldinho, Zico, Del Piero.
Totti, para aquellos que piensan que los italianos han dado jugadores rústicos, un verdadero pintor con pincel de Da Vinci a la hora de bordar el verde césped.
Bochini fue también inolvidable y esquicito diez.
Francescoli fue el Príncipe de los diez para robarle de su propia casa la Copa América a Brasil y a la Argentina, capaz de darse el lujo una noche cualquiera de verano, de subir con el pecho un centro que le bajo Ruggeri en Mar del Plata ante Polonia y anotar de chilena un gol que los hinchas de River gritan todavía.
Diez el Nene Cubillas, oído a la música decía el Veco cuando el más Pelé de los peruanos tomaba la pelota.
Diez Platini, el gran Michael de los franceses, el que fue Zidane antes de Zidane, aquel que llevó a su país a la segunda toma de la Bastilla de su historia, ganando el primer título de campeón del mundo de galera y de bastón.
Después el verdadero Zidane repitió la hazaña además de llevar al Madrid desde la cancha a lo más alto con un paso de bailarín del bolshoi.
Diez el último pensador del fútbol sudamericano llamado Juan Román Riquelme, con la pelota debajo de la suela y la mirada en el horizonte.
España al igual que Francia alcanzó el mérito de ser campeón mundial sin tener historia previa, cosa que es casi imposible, solo hecho realidad por que la Roja tuvo, entre otros, al gran Andrés Iniesta, capaz de pasar la pelota por el agujero de una aguja, o terminar anotando magistralmente el único gol de la final
Diez portando el catorce en la espalda fue Cruyff, el mejor de los dribleadores, el mejor de los definidores a la hora de cambiar el fútbol por gol, a la hora de poner puntería a una rotación enloquecida de una Holanda, que jugaba al básquetbol con los pies.
O el primer Diez famoso, antes que Pele, el Pepe Schiaffino que no sólo fue el empatador del inmortal Maracanzo, sino que además con su elegancia de lord inglés quedó en la lista de los jugadores más importantes en la historia del Milán embrujando al mismo San Siro.
Y usted dirá que se le olvidó Messi, ni siquiera lo describo porque de él se ha dicho todo y de él han hablado todos, escribir sobre las condiciones técnicas de Messi nunca será justo con lo que hemos visto de él, sería como escribir en el agua.
Seguro se me olvidan algunos nombres que usted recodará o querrá caprichosamente agregar.
Es verdad que al fútbol se juega como se vive y que el Diez es ese pibe que en la primaria tiene la eximia habilidad de robarte la novia casi sin que lo notes y a los veinticinco años te golpea la puerta, te convence que tienes que ser su padrino de bodas y te hace llorar de alegría.
De las célebres mujeres, tal vez injustamente, me quedó solo con dos, Marta y Mia Ham, que desafiaron la triste frase que reza “el fútbol es para los hombres”, y no solo fueron pioneras y eternas campeonas del mundo, sino que hicieron morir de vergüenza a muchos hombres que nunca pudieron jugar como ellas.
Por eso el Diez le pone vida a las emociones del hincha, por eso el Diez le pone goles a la ilusión del pibe al nacer, eso es un Diez.
Abrazo de gol
Por Leo Vega