Brasil en el mundial de EE UU salió definitivamente del trauma Pele, tetracampeón de la mano de Romario y de Bebeto.
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Hubo un chico de tan solo dieciocho años, que, sin jugar un minuto, obtuvo la tan preciada medalla que recibió con cara de niño asustado.
El tiempo se comió las hojas del almanaque y llegó Corea-Japón, “La canarinha” volvió a posarse en el espectro mayor del mundo del fútbol y levantó por quinta vez la Copa.
Esa final ante el más ganador de los europeos, la casi perfecta maquina teutona, sin Ballack suspendido y con Oliver Khan como mejor jugador del torneo, se pelearon a muerte cada uno con sus armas.
Parejo hasta faltando media hora, el juego se decidió en la recta final, el astro de cabeza “careca” y solitario flequillo, anotó los dos goles que le arrimaron la gloria hasta el mismo Olimpo, que se reubicó geográficamente a los pies de Luis Felipe Scolari.
Pero sin duda que el reloj del alma del portero alemán ya se había detenido en el momento que el “Fenómeno anota el primero”, el remate de Rivaldo le explotó en las manos al portero de cara de “Terminator” y Ronaldo da el pase de gol a la red marcando con su dedo índice los movimientos del segundero.
Después llegó el segundo para sellar la victoria, pero Khan ya no estaba ahí, había comenzado a vivir en el primero, un infierno que lo llevó a caer en el campo de batalla a la hora del pitazo final.
La imagen de Ronaldo Nazario ayudando a levantar al insigne gladiador alemán recorrió el mundo ese día tan oriental, pero se quedó para siempre a vivir en la memoria del corazón compasivo, de aquellos que alguna vez ganamos y perdimos dentro de esas sagradas cuatro líneas que encierran el universo de la cancha.
Nada podría haber hecho más grande al astro brasileño que esos dos goles en la final, pero el destino tenía reservado ese gesto, que seguramente y sin saberlo, había guardado desde el primer gol.
Brasil hizo lo que nunca nadie, “Penta Campeón del Mundo”, Oliver Khan inmortalizó su leyenda en la derrota y Ronaldo pasó a ser eternamente adorado por los brasileños, respetado hasta el último día de su vida por los alemanes y el Madrid vio en el representada el alma de campeón hidalgo de la Casa Blanca y se lo arrebató al Inter de Milán de entre sus brazos, para seguir escribiendo historia cobijado con el inmaculadamente blanco manto sagrado.
Abrazo de Gol, Leo Vega