Hace apenas cinco años, la liga de fútbol chino sorprendió por completo al mundo con la cantidad de dinero que desbordaba del país oriental. Contratos millonarios, promesas de crecimiento exponencial y una larga proyección a futuro. Todas esas palabras se perdieron en el vacío de una estructura de cristal.
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El colapso de este proyecto que aparentaba ser una buena casa de retiro para ex astros del deporte que aspiraban a ganar dinero antes de despedirse completamente del juego se debe a distintos motivos, pero la falta de estrategia para el mercado y las demandas legales fueron las gotas que derramaron el vaso.
La señal de que la situación económica de los equipos no era la óptima llegó a finales del mes pasado cuando el Jiangsu Suning, conjunto que pasó de ser una humilde franquicia de segunda división a convertirse en campeón y rey absoluto del circuito asiático, anunció que estaba en bancarrota.
Directores técnicos y jugadores ya empezaron a renunciar por incumplimiento de contratos y deudas de los clubes con ellos que hasta la fecha no han logrado solventar. La paradoja de esta cuestión es que en algún punto, la Súper Liga China llegó a pagar hasta 380 millones de euros en fichajes a futbolistas extranjeros.
Bajo este contexto, el brasileño, Alex Teixeira y el entrenador rumano, Cosmin Aurelian Olăroiu, le informaron a su club, el Suning, que ya no trabajarían debido a impagos.
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Existe una crítica hacia el gobierno chino por su incapacidad de gestionar un plan congruente; pareciera ser que solamente pusieron dinero sobre la mesa sin saber cómo usarlo de manera eficiente, señaló Cameron Wilson, fundador el sitio de internet especializado en el balompié chino, Wild East Football.
Finalmente, Wilson explicó en una entrevista que la pandemia no fue factor para esta crisis insalvable.
“Los clubes no ganaban dinero antes igualmente, no pueden sobrevivir sin una empresa que pague las facturas detrás”, enfatizó.