La pasión de un deporte como el fútbol nos ofusca muchas veces el juicio, ya sea por la simpatía que profesamos a un equipo o por la necesidad de convertirnos en espectadores y en jueces. Nos gusta de sobremanera señalar algo que, acorde con nosotros, está mal moralmente. Los otros son los malos de la película. Nosotros los buenos.
Pero en el fútbol como en la vida no todo es blanco o negro. Hay bastantes tonalidades en el centro. Esta semana volvimos a practicar ese rol de justicieros sociales que tan bien nos hace sentir. Los protagonistas fueron dos personas que, muy probablemente, nunca se hayan cruzado en la vida. Octavian Sovre y Juan Cala. Un árbitro asistente y un defensor. Destinados en la cancha a ser antagonistas en esta ocasión fuera de ella fueron compañeros del mismo equipo y compartieron colores en el Señalados FC.
Empecemos con Octavian Sovre. El video en donde se le ve pidiéndole dos autógrafos a Haaland mientras el noruego se dirigía al vestuario se hizo viral. La imagen era llamativa. Un asistente arbitral obteniendo una firma en su tarjeta amarilla y otra en la tarjeta roja no es común en las transmisiones de los partidos.
En la conferencia de prensa posterior al encuentro un periodista le preguntó por eso a Pep Guardiola. El catalán fue claro en su respuesta: “¿Por qué no puede pedirlo? Hicieron un gran trabajo. A lo mejor es para su hijo o hija. Así sucede en ocasiones”.
El asistente rumano no es un novato. Lleva diecisiete años con gafete internacional FIFA. No es la primera vez que comparte cancha con jugadores que son idolatrados a nivel mundial, pero nunca lo habíamos escuchado. Lo cual es una lástima.
Hoy sabemos que esas dos tarjetas en las que Haaland puso su firma van a ser subastadas y el dinero que se obtenga va a ir a parar en la cuenta de una organización rumana llamada SOS Autism Bihor Association la cual ayuda a jóvenes que padecen autismo severo.
Cuando la noticia tomó relevancia muchos de aquellos que habían sido bastante críticos con el rumano tuvieron que recular y no tuvieron opción más que enaltecer la acción que realizó. Quedó claro que toda esta atención no la pidió Sovre, pero no le viene mal al fútbol que necesita más ejemplos como este.
El otro protagonista que sufrió un linchamiento público fue el defensa del Cádiz, Juan Cala. Durante el primer tiempo en el partido entre el Valencia y el Cádiz el jugador valenciano Diakhaby acusó a Cala de haberle proferido un insulto racista.
El partido tuvo que parar unos minutos ya que el Valencia se había retirado al vestuario en señal de apoyo a su compañero, pero después de un tiempo regresaron a la cancha. Al final los locales ganaron 2-1, pero nadie se va a acordar del resultado.
Diakhaby no salió a jugar el resto del partido. Cala, quien había marcado el primer gol, fue sustituido en el medio tiempo. Durante el resto del encuentro se habló mucho acerca de lo que Cala había “hecho”. Varios medios en el mundo retomaron la noticia y al defensor del Cádiz se le tachó de racista.
Ambos jugadores en la semana salieron a dar su versión de los hechos. Diakhaby en un video que subió a su Instagram y Cala dio una conferencia de prensa. Los dos siguieron manteniendo su versión. Uno aseguraba que se le había insultado haciendo referencia a su color de piel y el otro negando las acusaciones.
La Liga tomó cartas en el asunto y encargó una investigación que dejara claro qué es lo que había sucedido. Para eso contrataron a una empresa que se dedica a leer los labios, además de que se encargaron también de buscar en los audios que transmitió la empresa que generó la señal para la televisión. El resultado fue que no encontraron pruebas suficientes que indiquen que hubo un insulto racista.
En este caso solo hay perdedores. A Juan Cala la opinión pública lo condenó de racista, aunque no haya pruebas que respalden esta acusación, mientras que Diakhaby vivió una semana muy fuerte emocionalmente.
Este caso debe de quedar como precedente y que ojalá y que traiga consigo una serie de cambios que permitan que en el futuro no se vean estas imágenes en el fútbol mundial. El racismo no tiene lugar en la cancha y fuera de ella.
Sovre y Cala nos dejaron como enseñanza el no juzgar tan rápido y esperar a tener todos los elementos para poder emitir una opinión. En este mundo que va tan rápido es muy complicado, pero es necesario.