Por Pablo Chillida – Un tatuaje en la espalda baja de Gonzalo Higuaín está causando polémicas en Miami. No sorprende. En esta ciudad no es difícil generar polémica, sobre todo si se mencionan las palabras comunismo o socialismo.
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Lo más irónico es que pocas personas son capaces de explicar objetivamente el concepto de estas ideologías políticas. Todo lo argumentado, casi siempre, se hace en comparación a las experiencias que cada uno trae de sus propios países. Así funciona la compleja demografía política en Miami.
Ahora, La Nación de Argentina ha publicado una fotografía de un tatuaje donde se lee “Hasta la victoria siempre,” icónica frase del Che Guevara, en la espalda baja del “9” del Inter Miami CF.
Alimentando así a la tensión social en la ciudad. Y ahora, pregunto yo, ¿por llevar ese tatuaje Higuaín es menos futbolista? ¿Por llevar esa frase inscrita, nos deja de gustar su espectacular gol de tiro libre?
Gonzalo Higuaín se tatuó una frase del "Che" Guevara en la cintura https://t.co/rgap7PypA8 pic.twitter.com/4zv2OMFYsz
— LA NACION Deportes (@DeportesLN) September 26, 2017
Fuera del campo nadie sabe con exactitud, e insisto, eso no debería importar. Dentro del campo Gonzalo Higuaín es un delantero más que contrastado. Su carrera deportiva es intachable.
Más de 200 goles en las mejores ligas del planeta. Más de 70 partidos con una selección de clase mundial. Un futbolista técnico, dotado de una inteligencia táctica singular, con un remate potente con ambas piernas. El Pipita ha demostrado todo lo que tenía que demostrar sobre el césped, donde es relevante.
Imaginemos que empezamos a preguntarle a cada futbolista del mundo por sus afinidades políticas. ¿Y si Messi fuera Chavista o Kirchnerista? ¿Y si Cristiano fuera un ultraconservador antinmigrante como Marine Le Pen? ¿Dejarían de disfrutar entonces de su talento? ¿No los verían más? Si la respuesta es sí, creo que los radicales son otros.
Se imaginan que cada vez que uno comienza un trabajo nuevo, se nos pregunte por nuestras afinidades políticas. Sería como juzgar a un cirujano por lo que piensa, en lugar de por sus habilidades para salvar vidas. Pensar en eso me recuerda a vivir en Dictadura.
En democracia, idealmente, cada uno es libre de pensar como quiere, de expresarlo, y aún así no ser juzgado por ello, especialmente en su área de trabajo.