El Turco Mohamed nació un 2 de abril hace cincuenta años en Buenos Aires. Antes de cumplir los dieciocho años, como obligan los códigos para ser grande en el fútbol rioplatense, debuta en el circuito mayor con su amado Huracán de Parque Patricios, no sin antes haber ayudado al Globo a volver a primera.
- Edén Hazard, “el otro pinturicchio”
- Cristiano, “El heredero de la Saeta Rubia”
- Me preguntaron quién es el Diez
ESCUCHA los mejores shows de deportes en UNANIMO Deportes Radio. DALE CLICK AQUÍ ▶️
Muy hábil, encarador, atrevido, valiente, rompedor de esquemas y reglas, dentro y fuera de la cancha, de esos que los ves la primera vez y dices, “este pibe nació crack”.
Lo mismo pensaron los dirigentes de la Fiorentina que un año más tarde pagaron por él más de un millón de dólares, precio de impacto si pensamos que fue la década de los 90’, ese mismo año, tal vez el mejor en su país como jugador, fue llamado a la selección que dirigía el Coco Basile y formó parte del plantel campeón de América.
Los italianos lo cedieron a Boca Juniors primero y a Independiente después, con la idea de que acabara de madurar futbolística y personalmente, pero su lucha permanente contra el peso, batalla que peleaba a medias y la que siempre perdió, conspiró contra las intenciones de los dirigentes de la tierra de Da Vinci y nunca llegó a vestirse con la “maglia viola” que inmortalizó a Batistuta.
En Boca lo dejaron de querer la tarde que tuvo para liquidar ante Huracán y su corazón pudo más que su botín y no cambió la posibilidad por gol. Pasó a Independiente, donde jugo más, pero su gran momento de idolatría lo vivió al llegar a fútbol mexicano y romperla en Toros Neza, donde no sólo tenía la batuta futbolística, sino también la del vestidor, el Turco se peló la cabeza y todos se pelaron la cabeza, Mohamed se pintó de amarillo y todos lo siguieron, inclusive Miguel Herrera.
Media docena de equipos más en el fútbol azteca sin la misma gloria, el Zacatepec fue su última camiseta como jugador y su primera como D.T.
Altos y bajos, no sólo han marcado su periplo como jugador y D.T, sino que parece ser un signo que lo persigue de por vida.
Pasó por Morelia, Chiapas y el regreso salvador, Huracán golpeó a su puerta para buscar el milagro, Antonio volvió a casa y el Globo regresaba a Primera.
México, su país, según dijo alguna vez, le abrió de nuevo las puertas y se consagró campeón con tres equipos diferentes, Tijuana, contra todos los pronósticos, América, contra la despiadada oposición interna de Ricardo Peláez, quien ya lo había despedido antes de acabar el torneo, sin siquiera sospechar que acabaría alcanzando la gloria, mientras él mundo era testigo del “abrazo de Judas” del dirigente al entrenador.
Pasó por Monterrey, fracasó y se fue mal, peleado con medio plantel, para volver bien.
Pero no todo ha sido miel sobre hojuelas en la vida de Antonio Mohamed Matijevic, en medio de toda esta lucha por llegar a la cima, existieron varios “volver a caer”, como persona sufrió en pleno mundial de Alemania la trágica perdida de su hijo Farid a causa de un accidente de tránsito.
Se volvió a levantar y le prometió al alma de su hijo, en el peor de los momentos, que volvería a Monterrey para sacarlo campeón.
Podrá haber varias opiniones sobe el Turco desde lo futbolístico, pero como hombre merece un monumento, no sólo sigue en pie después de aceptar que toda su vida lo seguirá esa inmensa pena, sino que además es capaz de hacer explotar de la risa a cualquier mesa periodística o de amigos por ser un gran contador de anécdotas.
Ahora de nuevo Rayados, en la parte más reciente y conocida de la historia, otra vez la “Misión Imposible”, que parece ser la que más le calza al Turco, equipo casi eliminado, clasificación y campeonato.
Como en un histórico drama de amor, su sentimiento mayor en la adolescencia y los primeros años de su vida, le esquivó dos veces la boca a la hora del beso final, cosas del fútbol, cosas de la vida, pasó dos veces más por Huracán con sendos fracasos que dejaron al Globo al borde del descenso.
Su vida futbolística ha sido un eterno tobogán, el Turco lo sabe tan bien que acaba de anunciar apenas cumplido sus cincuenta años que en dos más se retira.
Su mente seguramente no le da para pelear por mucho tiempo más, principalmente porque esa es su principal virtud, motivar a los equipos en los momentos más difíciles hasta convencerlos de que la victoria es la luz que los espera al final del camino, pero también se ha mostrado incapaz de retrasar la inevitable bajada de la curva de rendimiento que sufren los equipos después de alcanzar el máximo objetivo.
Tal vez sean demasiadas presiones para un hombre normal, pero paradójicamente se vuelven en energía en los momentos más difíciles. Es que el Turco tiene dos corazones, el suyo propio y el de su hijo que lo toca con la mano sagrada de su rosario cada vez que sea necesario, eso justamente pensé cuando en su última consagración, Viñas, el delantero uruguayo del América, metió el cabezazo directo al ángulo que le daba el campeonato a las Águilas y la pelota milagrosamente se fue apenas afuera, esa pelota la desvió Farid.
No hay dudas, el Tony tiene dos corazones.
Abrazo de gol
Leo Vega