Lo rápido que va el fútbol y la vida en general, hace ver cada vez más lejos aquel desastroso 8-2 que le propinó el Bayern al Barcelona eliminándolo de la Champions y acabando con la etapa de Quique Setién como técnico del Barça, que además fue el principio del fin del tristemente célebre Bartomeu.
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Hermetismo total de parte del técnico cántabro después de su partida. Su paso por el Barça era definitivamente para olvidar y quizás lo más destacado o recordado sería su mención a la felicidad previa a la llamada del Barça cuando disfrutaba del paisaje y de las vacas.
Pero el perdido apareció. Lo hizo en una charla con el legendario Vicente del Bosque y contó sus verdades dejando claro que pese a que su carrera le ha dado nombre y méritos, no estaba para dirigir un grande de verdad.
Entre preguntas de sus gustos futbolísticos cuando niño, su etapa después del retiro como jugador y lo mucho que le costo decidir ser técnico, hablo de lo que más interesaba y terminó rompiendo códigos y contando algo que todos sabemos en el mundo del deporte.
Setién hablo de lo difícil de gestionar a Messi, de lo trabajoso que es manejar estrellas incluso haciendo alusión a Michael Jordan, de que Messi tiene una manera muy suya de decir lo que siente sin hablar demasiado, y se victimizo declarando que el no era nadie para cambiar al mejor de todos los tiempos.
El buen Quique no dijo nada diferente a lo que el mundo sabe y es por eso que los grandes técnicos deben tener como una de sus grandes cualidades manejar a grandes estrellas y saber darles el espacio para sacarles lo mejor para el equipo.
Además, hay cosas que se quedan ahí, en la interna, en la alcoba de los equipos y que los grandes de verdad no ventilan, principalmente cuando ya se acabó la etapa.
Setién, un hombre de fútbol y buen técnico a secas, tuvo después de los 60 la oportunidad de su vida pero el paquete le quedó grande, ahora regreso a donde estaba, a donde quizás pertenecía a esa altura de su vida. Manejar vacas y paisajes es más fácil. Lo demás no se le dio.