En el tiempo en que vivimos, si algo podemos resaltar es el hecho de que el mundo evidentemente ha tomado conciencia de sus flagelos y quiere cambiar los patrones de comportamiento. Uno de los grandes problemas al que queremos atacar de frente y pese a que se siguen presentando casos, creo hemos tenido el valor de atacar de manera frontal es el racismo.
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Los escenarios deportivos y específicamente el fútbol no están exentos y por el contrario es donde se dificulta mucho más eliminar las manifestaciones racistas por la manera como históricamente los insultos se disfrazaron de bromas y se colaron como “normales” y parte de la fiesta.
El último incidente de racismo en el fútbol inglés nos recuerda que el flagelo está vivo pero también nos ratifica que estamos la mayoría en la misma página de erradicarlo en todo sentido.
En el partido que Chelsea le ganó a Tottenham se escucharon cantos racistas y sonidos de simio dirigidos al defensor Antonio Rüdiger del Chelsea y se hicieron tres advertencias al público después de que el capitan Cesar Azpilicueta lo reportó al árbitro. Luego un aficionado fue arrestado durante la investigación por insultos racistas al delantero del Tottenham Son Heung-Min.
Pese a que es muy obvio que el racismo es un problema y grave en los estadios de Inglaterra y quizá más acentuado por la gran cantidad de incidentes que en el resto del mundo, también me queda claro que se está combatiendo con mano dura y que la tolerancia cero con este tipo de manifestaciones está prevaleciendo.
No es nuevo el tema del racismo en los estadios, siempre existió y muchos lo disfrazaban de jocosidad y con esa excusa descargaban sus complejos y perjuicios insultando desde la grada.
El mundo cambió y ahora sabemos que lo que alguna vez pasaba inadvertido, hoy es penalizado. Las manifestaciones racistas no tienen lugar en los estadios ni en el fútbol y en Inglaterra saben que el flagelo no dará tregua, por eso lo atacan desde todos los ángulos.
Tolerancia cero