Durante 68 años la pequeña isla Puerto Rico estuvo enviando atletas a los Juegos Olímpicos sin escuchar escuchar su himno nacional “La Borinqueña” en lo más alto del podio.
Un día como hoy (13 de agosto del 2016) la tenista Mónica Puig se encargó de cambiar la historia cuando conquistó la presea dorada en las Olimpiadas de Río 2016 al imponerse a la alemana Angelique Kerber en tres sets por 6-4, 4-6 y 6-1.
Puig, quien estaba ranqueada 34 en el mundo, llegó al torneo olímpico como jugadora “unseeded” e inició su sorprendente paso hacia la medalla de oro. La puertorriqueña derrotó a Polona Hercog, Anastasia Pavlyuchenkova, Garbiñe Muguruza (campeona del Roland Garros) y Laura Siegemund, y luego despachó a Petra Kvitová (campeona de Wimbledon en dos ocasiones) en la semifinal antes de hacer historia ante Kerber, la segunda clasificada del mundo.
Luego de una división de honores en los primeros dos sets, Puig tomó una rápida ventaja de 5-0 en el decisivo parcial. Y cuando Kerber envió un disparo fuera de las líneas en el séptimo game, Puig soltó su raqueta, se llevó las manos a la cabeza y saltó de la alegría antes de caer de rodillas para llorar mientras los puertorriqueños en las gradas celebraban la histórica medalla.
“Es increíble, Estoy muy contenta. He hecho historia y para mí eso vale oro”, declaró Puig en la conferencia de prensa luego de la emotiva premiación.
En momentos que Puerto Rico atravesaba una muy comentada crisis económica, el triunfo le brindó a la isla caribeña un momento de celebración, algo que Puig tanto deseaba poder brindarle a sus compatriotas.
“La isla está llena de tan malas noticias todo el tiempo, por lo que cada vez que hay unos Juegos y alguien de la isla ha ganado una medalla de todo se detiene y la gente está feliz. Así que esto no es para mí, es para todos”, dijo la tenista.
Desde ese inolvidable momento, la boricua ha pasado por altas y bajas en su juego, y sin poder repetir el éxito alcanzado durante el torneo en Río en el circuito profesional.
Pero siempre quedará escrito para la eternidad la primera vez que resonó “La Borinqueña” en el podio olímpico gracias a Puig, quien demostró que con fe, tesón y un espíritu luchador, nada es imposible.