Quien piense que el deporte solo se resume a una mera actividad lúdica o de entretenimiento se equivoca rotundamente, más aún al no tomar en cuenta la influencia que este genera dentro de la sociedad. No es casualidad que en los eventos deportivos más importantes logren congregar a cientos de miles o millones de espectadores.
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Todo gracias a las grandes figuras. Aquellos deportistas dejan de lado sus características de simples mortales y parecería que logran adquirir súper poderes al momento en que entrar en sus respectivas atmósferas, captando la energía de los cientos o miles de espectadores que les apoyan incansablemente y al mismo tiempo les otorgan cualidades de semi dioses a partir de su gran desempeño.
Uno de los mejores atletas para ejemplificar lo antes mencionado es “The Greatest” Muhammad Ali. El joven afroamericano que no solo combatía dentro de los cuadriláteros para acabar con sus rivales, sino que también luchaba en contra de la discriminación racial que sufría la gente de color en su país en aquella época y posteriormente se convertiría en un ícono de su generación al luchar por sus convicciones y noqueando cualquier tipo de imposición.
Cassius Marcellus Clay Jr. logró un oro en los Juegos Olímpicos de Roma 1960 y en 1964 con apenas 22 años, además de arrebatarle el campeonato mundial pesado a Sonny Liston, declaró su conversión al islam y por ende la leyenda de Muhammed Ali daba inicio tras renunciar a su “nombre de esclavo” como comentó en aquel entonces.
Una pausa forzosa a su carrera
Este último suceso afectó el desarrollo de su carrera. Durante la agitada década de los 60, el conflicto bélico entre Estados Unidos y Vietnam fue un obstáculo para que “The Greatest” pudiera continuar boxeando luego de su negativa del 28 de abril de 1967 para formar parte de las Fuerzas Armadas. Esto repercutió en el despojo de su título de los pesos pesados y el retiro de su licencia como boxeador.
El 20 de junio del mismo año fue condenado a cinco años de prisión y a pagar 100,000 dólares de multa. A partir de ese momento inició una travesía de tres años y medio para Ali, alejado del cuadrilátero, pero que le permitió demostrar al mundo la fuerza de sus convicciones y consagrarse como una voz autorizada en las luchas sociales de los afroamericanos.
“Hemos estado en prisión por 400 años. No voy a viajar al otro lado del mundo para ayudar a asesinar y quemar a una nación pobre simplemente para continuar la dominación de los blancos sobre esclavos de piel oscura. El verdadero enemigo de mi gente está aquí”, dijo Ali.
La carrera de Ali, que para aquel entonces tenía marca de profesional de 29-0, 21 KOs, se detuvo por completo, pero en septiembre de 1970 un juez federal de Texas determinó que la sanción era arbitraria e irrazonable, con lo cual la Comisión Atlética de Nueva York le devolvió su licencia para boxear.
Con 28 años, “The Greatest” desempolvó los guantes para regresar a la actividad profesional y así regalarnos entre sus combates algunas de las consideradas mejores peleas en la historia del deporte; la trilogía con Joe Frazier, los dos combates frente a Ken Norton, la emblemática pelea denominada “Rumble in the Jungle” frente a George Foreman, solo por mencionar algunas de las más emotivas en su carrera.
No en vano, tras regresar del retiro obligado de 1967 a 1970, 23 de las 32 peleas que sostuvo entre 1971 y 1981 fueron por algún campeonato mundial. El récord profesional del mejor peleador de todos los tiempos terminó en 56-5, 37 KOs pero no significó que su legado se detuviera, pues con el paso de los años demostró al mundo que no solamente era capaz de plantarse en los rings sino también en la vida, consciente de sus convicciones. Por eso, siempre será “The Greatest”.