Muchos han sido los daños colaterales del Covid 19 y el deporte no es la excepción.
En la medida en que fueron pasando los días, nos dimos cuenta de que algunas ligas o dueños de equipos trataron de aprovechar la coyuntura para salirse de algunas obligaciones o solventar problemas económicos ya existentes.
- ARCHIVO: “El Punto G del Deporte” de Kenneth Garay
- Los dueños cambian la propuesta, pero dejan todo igual
- El juego perfecto que no fue de Armando Galarraga
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Uno de los grandes dilemas del momento es la temporada del béisbol de Grandes Ligas. La gran carpa que estaba en campamentos de Primavera tuvo que parar como todos los demás para unirse al confinamiento.
Luego vino un concierto de propuestas y contrapropuestas del sindicato a los dueños y viceversa donde quedó claro que el recorte salarial propuesto por los propietarios es simplemente un abuso y que los peloteros terminaba siendo las víctimas.
Fue tal lo escandalosa de la propuesta de los dueños en cuanto a recortes salariales que el súper agente Scott Boras escribió una carta a sus representados instándoles a no ceder ante un grupo de dueños que buscaba un escape y saldar deudas previamente adquiridas.
En medio de este toma y dame, y ante la insensatez de los dueños, el pasatiempo nacional ha quedado contra la pared.
No llegar a un acuerdo significaría un golpe durísimo para un deporte que busca desesperadamente enamorar a las nuevas generaciones y que ya vio como le costó demasiado levantarse después de la huelga del 94.
Los peloteros ya hicieron lo suyo y cedieron de manera razonable. Solo falta que se de el acuerdo y el si de parte de los dueños. Sin soberbia, con la certeza de que no jugar sería catastrófico en todo sentido, y conscientes de que no se vale aprovecharse de un momento fatal para el mundo.
El precio de no jugar será mucho más grande que lo que se “pierda” en cualquier arreglo. Es hora de que los dueños cedan por el bien del béisbol, del público y de su propio negocio.
Que se de pronto el ¡Play Ball!