Desde el momento que sonaron las alertas en mi celular el pasado 31 de agosto del 2020 y ver la triste noticia de que falleció “Tom Terrific” Seaver, el otora lanzador de los “Miracle Mets” del 1969, me trasporté a mi niñez en los años setenta en Nueva York, y comenzaron una serie de “flashbacks” que marcaron mi vida.
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Cuando se menciona Seaver, su nombre viene acompañado de unas hazañas increíbles como 311 victorias y una efectividad de por vida de 2.86, un récord de 25-7 en el 1969 cuando los Mets ganaron su primer título de Serie Mundial, tres Cy Young en la Liga Nacional, cinco veces ganador de 20 juegos, un no-hitter como miembro de los Cincinnati Reds en 1978, entre otros, lo que sellaron su entrada al Salón de la Fama en el 1992 con un entonces récord de 98.4% de los votos.
Sin embargo, mis grandes recuerdos de Seaver se remontan al 1977 cuando tenía apenas 10 años. En aquel entonces seguía tanto a los Mets y Yankees, y como todo niño quería emular a nuestros héroes del diamante. Cuando me tocaba lanzar en los callejones entre edificios en Elder Avenue, los parques o en la calle jugando “stickball”, imitaba los movimientos de Seaver, quien arrastraba la rodilla sobre el montículo. Fueron muchos los pantalones que mi madre tuvo que ponerle parchos.
Ese año cuando comenzaron los entrenamientos primaverales de los Mets escuché en un noticiero sobre la disputa salarial entre Seaver y los Mets ya que el serpentinero quería renegociar el acuerdo de tres años que le pagaba $225,000 anuales, algo que rehusó hacer el entonces ejecutivo M. Donald Grant, lo que desató una agria disputa que parecía no tener solución.
Para mí era inconcebible que Seaver y los Mets estuvieran peleados. Como en esa época no exístían las redes sociales, mi mayor fuente de noticias eran los diarios. Afortunadamente al cumplir los 10 años y ser “grande” recibí el permiso de mi padres para ir temprano en la mañana a buscar el diario New York Daily News. Se convirtió en mi rutina diaria porque tenía que mantenerme al tanto sobre todo lo que estaba pasando con Seaver.
Entonces llegó el fatídico 15 de junio conocido como “Midnight Massacre” o “La Masacre de Medianoche”. Se venía hablando que los Mets estaban considerando cambiar a Seaver, y finalmente lo hicieron a sólo minutos de cumplirse la fecha límite de cambios. No me enteré hasta que compré el diario el próximo día y vi el titular: “Seaver to Reds; Kingman a S.D.”
Se me cayó el mundo. Desde ese día nunca vi los Mets con los mismos ojos que los Yankees. No los odie, pero nunca pude perdonar que el equipo de Queens cambiara a Seaver y para rematar a Dave Kingman. Tenía el lujo de tener dos equipos en Nueva York, y desde entonces los Mulos se convirtieron en mi favorito.
Pero un mes después, llegó el momento inolvidable con Seaver. El Juego de Estrellas de ese año se realizó en el Yankee Stadium y asistí a mi primer clásico de mediatemporada junto a mis primos. Ese encuentro marcó el retorno de Seaver a Nueva York como miembro de los Rojos después del nefasto cambio.
Luego de la presentación de la alineación titular de la Liga Nacional, el resto de los jugadores saltaron al terreno y se acomodaron por la línea de tercera base. Esperé ansiosamente por la mención de un solo jugador y llegó: “Tom Seaver, pitcher”. Comencé a gritar y aplaudir junto a mis primos. Queríamos que “Tom Terrific” nos escuchara desde los bleachers lejanos del estadio.
La ovación que recibió Seaver fue la más prolongada de la noche. Seaver dio un paso hacia adelante, se quitó la gorra y la levantó en señal de saludo y agradecimiento. Mientras escribo estas líneas se pone la piel de gallina porque ése siempre será mi recuerdo del exlanzador.
Esos viajes diarios al “candystore” para comprar el diario y darle seguimiento a Seaver, y los segundos de ovación al ídolo del montículo en el Yankee Stadium me transformaron. Quería ser partícipe de momentos importantes del deporte y comencé a soñar con ser pelotero, y aunque el destino fue otro, logré comoquiera cumplir ese sueño como periodista deportivo.
Por eso, Seaver siempre tendrá un sitio especial en mi baúl de los recuerdos. Ahora Seaver reforzará al equipo de estrellas en el cielo. ¡Qué clase de pitcher adquirieron!